miércoles, 26 de marzo de 2014

CULTURA Y PROGRESO.





Con frecuencia oímos decir a algunas personas que la cultura es un bien superfluo, que lo urgente y necesario es el alimento y tener cubiertas las necesidades básicas. Aunque entiendo que no falta buena parte de razón a quienes afirman esto; lo cual es algo que, por otro lado, no anda muy lejano a aquello de "primero comer y después filosofar"; debo afirmar, no obstante, que los hombres estamos hechos de cultura, que crecemos y nos alimentamos al mismo tiempo que aprendemos. Cultura y necesidades primarias irían así ensambladas, de manera que un hombre se edifica sobre una manera de ver y entender el mundo y eso, creo, es cultura. Cultura y vida van indisolublemente unidas y son, por tanto, realidades indisociables. No creo que la cultura sea un lujo ni un despilfarro, sino una necesidad insustituible; por lo que invertir en cultura es invertir en futuro y en prosperidad para los pueblos. También resulta creíble que la demanda de los bienes culturales es mayor en las sociedades desarrolladas que en la subdesarrolladas, pero resulta comúnmente aceptado que el acceso a la cultura es un derecho fundamental e irrenunciable de todo ser humano; así como que ésta es condición imprescindible para la transformación y el desarrollo de personas y sociedades.
No parece ofrecer la menor duda la afirmación de que los pueblos más desarrollados son aquellos que tienen también una cultura más importante y significativa o, si se quiere, que los pueblos más cultos son también aquellos más desarrollados o que han alcanzado un más alto nivel de desarrollo. Por el contrario, los pueblos colonizados culturalmente se ven abocados a la desidia y al embrutecimiento, no son sino veletas que giran alrededor de otros, satélites circundando los anillos de un planeta mayor. No hay, a mi entender, desarrollo sin cultura que lo acompañe y si lo hubiere, debo afirmar que éste tendría los pies de barro; es decir, sus cimientos serían tan tenues que amenazarían ruina y desmoronamiento. No hemos de olvidar, y esto creo que debiera tenerlo en cuenta a quien competa, que es falsa la separación entre desarrollo y cultura y que ambos conceptos deben ir parejos en la construcción del presente y del futuro de los pueblos. Equivocado resulta priorizar a uno sobre la otra. Aun así, en demasiadas ocasiones comprobamos cómo la miopía de los gobernantes hace languidecer la cultura en tiempos de crisis, mermando atención y recursos hacia una necesidad vital para los seres humanos. Pobre del pueblo que cae en la desidia, la ignorancia y el menosprecio de su patrimonio cultural porque su memoria será arrasada en la noche de los tiempos. Sobrevivirán, sin duda, aquellos que supieron defender con uñas y dientes sus señas de identidad, porque la cultura es eso y además es la sangre y el espíritu de los seres humanos que conforman una comunidad y su singularidad ante los otros. 


                                                                                José Antonio Sáez Fernández.

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