martes, 4 de marzo de 2014

ACULTURACIÓN Y ANALFABETISMO FUNCIONAL.




La evolución de la especie humana está basada en un proceso de aprendizaje cultural. A través de la experiencia, el hombre acumula conocimientos que luego transmite a sus semejantes. Así fue desde el inicio y, si algo hay de especial que identifique a nuestra especie y a su progreso sobre las demás, esto ha de ser, sin duda, su capacidad de aprendizaje y la transmisión de los conocimientos a través de los tiempos. El hombre se reconoce a sí mismo en ese proceso de aprendizaje y de acumulación de conocimientos sobre los que se han ido construyendo otros nuevos hasta constituir el acervo cultural de la humanidad. Sin ese acervo cultural el hombre se convertiría en un ser sin señas de identidad, en un animal más y estaría abocado a la manipulación y al desquiciamiento. La cultura es lo que hace a los hombres libres y lo que les hace reconocerse como tales, lo que dota a los seres humanos de visión crítica y de lucidez reflexiva, lo que eleva a la especie humana a la dignidad y a la superioridad que le han sido conferidas. Sin la cultura seríamos seres abocados a su propio exterminio y sin el cultivo de nuestras facultades creativas e intelectivas, la especie humana andaría extraviada en la noche de los tiempos. Otorgo, por tanto, a la cultura una dimensión salvífica, si se me permite, en cuanto que estoy convencido de que a ella debemos el progreso y la superación de nuestra especie, nuestras señas de identidad, nuestro reconocimiento como seres humanos. Así desde el descubrimiento del poder del fuego y las pinturas rupestres en las paredes y techos de las cuevas que habitaron nuestros antepasados, en sus enterramientos, en las pieles que curtían para su vestimenta y en los primeros utensilios de sílex, piedra o hueso que fabricaron.
Desafortunadamente, en la sociedad actual encontramos signos constatables del proceso de deterioro alarmante que están sufriendo tanto la consideración de los bienes culturales, patrimonio de la humanidad, como el conocimiento, apreciación y estimación que el hombre tiene hacia ellos. La preservación de ese patrimonio cultural compete a quien puede y debe preservarlo para memoria y disfrute de todos nosotros, pero también su transmisión, para lo cual la tecnología ha puesto a nuestro alcance muchos y valiosos medios. Evidentemente, la educación y la escuela son dos vías privilegiadas para esa transmisión. Conocer significa valorar, amar y defender. La cultura, nuestro patrimonio, debe ser conocida, valorada, amada y defendida por todos y cada uno de nosotros porque en ello nos van nuestras señas de identidad, nuestro reconocimiento como seres libres dotados de inteligencia, creatividad y capacidad crítica. 
En la actualidad parece haberse sustituido el concepto de cultura por los de pasatiempo, ocio, entretenimiento, turismo y otros que degradan y falsifican la verdad. El escritor granadino Francisco Ayala hablaba de "analfabetos funcionales" y defínía a estos como a personas que habiendo aprendido un día a leer y a escribir, habían abandonado los hábitos de la lecto-escritura de por vida. Nada ni nadie más manipulable, más indefenso, ni ser más desvalido o desamparado que aquel que no sabe de dónde viene, de qué es resultado, dónde están las señas de identidad a que debe agarrarse en la oscuridad de las mentes, en su vacío o en su desvarío.  Digo todo esto ahora, porque es de noche.


                                                                               José Antonio Sáez Fernández.



1 comentario:

  1. A las grandes mayorías, les tienen asignado el papel de espectadores, sometidas a la permanente y forzosa opción de los candidatos que el sistema les impone por los mecanismos de control institucionales y de los poderes fácticos.Estos mecanismos de control, pasan inadvertidos para quienes no tienen una especial capacidad de análisis.
    A estos individuos, Lippmann los calificó de "rebaño desconcertado".

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