domingo, 18 de marzo de 2012

La segunda época de la revista "Batarro" (XI).

                                                                                                                                                              
Obra en marcha. Esa fue un poco la trayectoria de "Batarro" de acuerdo con sus posibilidades económicas y con las oportunidades de publicación, hasta que se consolidaron las entregas de la revista en forma de volúmenes anuales que compendiaban las inicialmente programadas salidas cuatrimestrales. Y ello llegó definitivamente con la edición de la correspondencia intercambiada entre los poetas Juan Ruiz Peña (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1915-Sevilla, 1992) y Jorge Guillén (Valladolid, 1893-Málaga, 1984).Se trata de los números 14-15-16 de nuestra revista literaria, correspondientes al año 1994. En esta edición, Pedro M. Domene se ocupó de la parte que afectaba principalmente a Jorge Guillén y yo de la del poeta jerezano, residente en Burgos y más tarde en Salamanca, de cuya universidad fue catedrático. Se realizaron dos impresiones: una en la revista literaria y otra dentro de nuestra colección de ensayo.Ruiz Peña había sido discípulo de Guillén en las aulas de la Universidad de Sevilla y allí se inició una amistad que se prolongó, prácticamente, hasta poco antes de la muerte del poeta vallisoletano, miembro de la Generación del 27.


                          Juan Ruiz Peña con su hija Carmen en Tenerife, abril de 1981
                              (Fotografía proporcionada por Carmen Ruiz Barrionuevo).


Debemos a Carmen Ruiz Barrionuevo, hija de Juan Ruiz Peña y profesora de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca la consulta del archivo epistolar del poeta jerezano; a cuyo conocimiento yo había accedido a través de la información que me proporcionó el poeta y profesor de la Universidad de Granada, Miguel d´Ors, quien dirigió mi memoria de licenciatura sobre la obra periodística del malogrado escritor oriolano Ramón Sijé. Tuvimos, pues, acceso a todo un caudal de misivas cruzadas entre maestro y discípulo a lo largo de casi cincuenta años de una dilatada y fecunda amistad por parte de ambos; calificativos a los que añado la profunda lealtad, la fidelidad, la admiración y el afecto sinceros de Ruiz Peña hacia quien consideró siempre su maestro. Leía aquellas cartas fotocopiadas con verdadera emoción y hasta temblor, como si tuviera la sensación de estar entrando en el terreno de lo confidencial y lo íntimo. Seguramente, mucho había de revelador en ellas y si finalmente decidimos publicarlas fue porque consideramos la aportación que suponían para una mejor valoración de la poesía española de posguerra.


   El poeta jerezano fue siempre fiel a sí mismo y a su propia conciencia. Decidió seguir un camino singular y propio en unas décadas en las que la adscripción, la anexión o el seguidismo a una escuela, grupo o estética podían dar carta de legitimidad a una obra (lo cual no resulta nuevo ni lo es tampoco ahora). Ello le produjo, seguramente, una cierta sensación de soledad y de aislamiento en aquellas décadas sombrías de la posguerra en España; mas supo mostrar siempre una postura ética y una dignidad inquebrantables, lo cual viene a resultar aleccionador en los días que corren. Así lo demostró en su vida, en su profesión y en su obra (tanto en la etapa burgalesa como en la salmantina), o incluso en su gestión al frente de la revista "Alamo" de Salamanca, junto a José Ledesma Criado, quien hizo de la máxima de Cervantes "Libre nací y en libertad me fundo", norma de vida insobornable.

 Componen la correspondencia entre ambos poetas, al menos las misivas a las que nos fue posible el acceso, un total de 148 cartas  (64 de Ruiz Peña y 84 de Jorge Guillén), pero probablemente debió haber más, las cuales pueden haberse perdido. Cuando teníamos prácticamente ultimada la edición, e incluso entregada ésta al impresor, decidimos escribir una carta a la hija del poeta vallisoletano, Teresa Guillén, residente en EE.UU., para solicitar su autorización con el fin de incluir en el volumen las cartas que su padre había dirigido a Juan Ruiz Peña y que, por conseguiente, se guardaban en el archivo del poeta jerezano, custodiado por su familia. Pero Teresa Guillén no nos autorizó a reproducir esas cartas de su padre, alegando que había confiado la edición de la correspondencia del autor de Cántico al hispanista Cristopher Maurer y al catedrádito de literatura de la Universidad de Granada, Andrés Soria Olmedo. Esto nos obligó a paralizar la edición en marcha y reorganizarla, de manera que hubimos de retirar de ella las cartas de Jorge Guillén por no entrar en litigio alguno. No obstante, en el estudio preliminar hicimos cumplida referencia a los asuntos tratados en las misivas del poeta vallisoletano para una comprensión equilibrada de la esa parte de la correspondencia que, desafortunadamente, como digo, no pudimos publicar por la desautorización de Teresa Guillén.
   Fue este un volumen que obtuvo una amplia resonancia en los círculos literarios, así como una generosa acogida en la prensa española, siendonos solicitado por especialistas de diversos lugares de la geografía peninsular, incluidas varias universidades.


                              Ruiz Peña con su esposa Carmen, en Tenerife (abril, 1981)
                                          (Fotografía de Carmen Ruiz Barrionuevo).

 
Una  carta de Juan Ruiz Peña a Jorge Guillén, publicada en esta entrega de "Batarro":

Burgos, 5 de abril de 1953

        Sr. Don Jorge Guillén
        6 Norfolk Terrace Wellesley, Mas.

   Mi querido don Jorge:

¿Recibió usted la Antología Española (1), vol. II? Antes de un mes recibirá los tomos III y IV, también temáticos -mar y naturaleza- con varias poesías de usted.
   Trabajo en La vida misma (2) con rigor y fe. Espero que sea mi libro representativo. En cuanto a la crítica y a la vida literaria española, estoy desesperanzado. En ese sentido escribo a la desesperada, rechinando los dientes y escondiendo la cabeza bajo el ala. Don Dimas (3) ha embarcado a la juventud en un tipo de poesía <<humana>>, realista, prosaica y angustiada, que yo llamo <<feísta>>. Esta poesía rechaza a la ¿deshumanizada? de la generación de usted. Las consignas son secretas y al oído. Los dardos principales van dirigidos contra Juan Ramón y son cuidadosamente envenenados en el sótano del zarzal (4) . Algo que hace reír y llorar al mismo tiempo. ¡Cómo le envidio a usted, señero, solitario, glorioso y sin tener que ver nada con todo esto! A mí, aunque naturalmente no me dejen florecer -por lo menos así lo creen- no me hacen el menor caso y en todo caso para ironizar o llamarme <<retrógrado>>. Mi poesía no está de moda. Eso sí que es seguro. Posiblemente tienen razón.
   Todo esto se lo escribo sonriente, dichoso, rodeado de mis hijos. Hoy domingo me lo he pasado escribiendo. Voy elaborando un libro de poemas en prosa: Historia en el sur (5), que gusta mucho, por cierto, a mis amigos burgaleses. Llevo escrito bastante. Quiero dar los dos libros a la par.
   Hace bien en no venir; quien le diga lo contrario le engaña. Le harían claudicar y sufrir horriblemente y usted no podría aislarse como yo. Usted no tiene idea de lo que es la vida literaria y la otra aquí. Como yo a usted lo quiero mucho y bien, ¿cómo engañarlo? Nadie con más ganas de abrazarlo que su discípulo y amigo:


                                                                        J. Ruiz Peña.


(1) Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez, 1952 (vols. I, II), 1955 (vols. III y IV).
(2) Madrid, Ínsula, 1956.
(3) Se refiere a Dámaso Alonso quien, en 1944, había publicado su libro Hijos de la ira, el cual viene siendo considerado como iniciador de la llamada poesía desarraigada de posguerra.
(4) Alude a la residencia de Dámaso Alonso, ubicada en la colonia de El Zarzal (Chamartín de la Rosa, Madrid).
(5) Madrid, Ínsula, 1954.
  

                          El poeta con su esposa en la Rambla de Santa Cruz de Tenerife
                                                            en abril de 1981
                                          (Fotografía de Carmen Ruiz Barrionuevo).


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