jueves, 24 de julio de 2025

EL QUE FLUYE

 




Si somos el que va de paso, entonces lo nuestro no es tomar posesión y ocupar sitio. La transitoriedad y el fluir nos definen. Si tomas algo con tu mano, úsalo y devuélvelo a su lugar. Sigue tu camino, pues eres el viandante, el cuerpo in itinere y quien se desplaza, ya que todo está en movimiento y girando continuamente, cambiando su lugar en el espacio. Tú no tiene meta ni destino: tu meta y tu destino son las estrellas bajo el cielo iluminado de la noche oscura. Es la connivencia con los cuerpos celestes lo que te da forma y sentido, mota de polvo interestelar, lágrima que se asoma a los agujeros negros. ¿Qué hacer, entonces, con el amor, si en soledad surcas las galaxias, cada una con su sol y ellas girando en torno a él, atraídas por una fuerza gravitacional que las convoca? ¿Qué sentido encontrar al sinsentido, a la paradoja que lo envuelve todo? Tu mente no está conformada para entender ni tu boca para explicar, sino para morder la fruta y degustarla; tus labios para saciar la sed y tu semilla para plantar el árbol que ilumina el firmamento. Estás ahí, contemplando la bóveda celeste y vas a caer a tierra, envuelto en una marea flotante. Dime si con tus brazos poderosos y con la fuerza de un dios has intentado lanzar los meteoritos para que surquen como ráfagas luminosas el dosel del cielo en la noche cernida sobre tu corazón en llamas. Guarda silencio y cierra los ojos: eres el candil y la tea que alumbra los caminos interestelares, las vías por donde transitan los agonizantes con el rostro cubierto por sus pudores y vergüenzas. Y eres quien navega y se deja llevar por las corrientes del vacío que surcan los mares intergalácticos, porque has de saber que existen y están dentro de ti. Eres el cosmos y estás engalanado de estrellas, de objetos luminosos para servir a otros como tú. Y eres el polvo brillante que se desliza por la pendiente del cosmos. Buen viaje.

 

                                                                José Antonio Sáez Fernández.

 


lunes, 14 de julio de 2025

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

 

"La romería de San Isidro" (F. de Goya)


Porque tenemos que ir aprendiendo a hablar de nuevo y a poner un nombre a las cosas para poder referirnos a ellas y para que tú y yo, que no nos entendemos, podamos comenzar a aclararnos; aceptemos que una vez que llamemos a las cosas por su nombre, sin trampas ni juegos de trileros, podemos iniciar el diálogo, que no ha de ser de sordos, sino de gentes que buscan el acuerdo con su asentimiento, y el bien común en mutua convivencia. Si llegamos al acuerdo de llamar al pan, pan y al vino, vino; no digas entonces que pan es piedra y que vino, agua, porque juegas con las cartas marcadas y buscas la confusión, sino mi aturdimiento y mi fatiga en la comunicación que no está siendo tal. Pongámonos de acuerdo en lo básico, que es llamar a las cosas por su nombre para, a partir de ahí, comenzar a dar los pasos que nos lleven a construir puentes entre tu orilla y mi orilla. Los desacuerdos no se resuelven a base de desencuentros y agresiones, con desconfianza y deslealtad. 


(F. de Goya y Lucientes)


Si en verdad traes voluntad de acuerdo, llamemos a las cosas por su nombre. No me hagas comulgar con piedras de molino. Mi mente está despejada, abierta a los valles poblados de frutales y a las cordilleras nevadas en invierno, no la obstruyas desde tu babel confusa. Dialogar y argumentar es propio de criaturas evolucionadas, como nosotros nos preciamos de serlo. Pero no llegaremos a un acuerdo si uno de los dos no está dispuesto a ello y pretende sacar tajada sobre el otro e imponerse sobre él con su cerrazón y su mente obtusa. Si chocamos nuestras manos, si las apretamos, no traiciones el pacto a que hemos llegado con tanto esfuerzo.

 

                                        José Antonio Sáez Fernández.

 


jueves, 10 de julio de 2025

VOSOTROS Y NOSOTROS


 



Vosotros sois los que otorgáis la cédula de legitimidad, nosotros somos los que la solicitamos. Vosotros dais el pan y la sal o nos lo negáis, nosotros somos quienes pedimos insistentemente a vuestra puerta y tenemos los nudillos rotos de tanto llamar. Vosotros sois los privilegiados, los de arriba, y nosotros los de abajo, los que carecen de lo que acaparáis en vuestras bodegas y almacenes. Nosotros somos los desposeídos del reino y no tenemos patria, vosotros sois los imprescindibles, los insustituibles, los llamados a administrar con equidad las sobras que caen de vuestra mesa y los salvadores de la patria. Nosotros somos carne de cañón, carne de bala, los destinados a las trincheras, esos que van a morir en la primera línea de fuego. 




Para vosotros el reino: comed y bebed, holgaos, haced ostentación del lujo y el dispendio, mientras nosotros bailamos la danza de los andrajosos. Para vosotros palacios y castillos, para nosotros bancos y puentes donde dar acomodo a nuestro malhadado cuerpo, parques que nos den sombra bajo el sol ardiente del verano, árboles inconmovibles, brisa que nos avienta. Vosotros sois los justos desde siempre y heredáis la tierra que fue vuestra, los que juzgáis y condenáis, los que dictáis las normas que nos han de regir. Sois el puente entre el pasado, el presente y el futuro que haya de venir.

Otorgadnos vuestra venia, si es que hemos de vivir para ser útiles o hemos de morir para dejar de ser molestos.

 

                                                            José Antonio Sáez Fernández.




sábado, 5 de julio de 2025

DESHEREDADOS.

 


Llegan arrastrando los pies los despojados de suerte o de fortuna. Llegan sucios y oscuros por la labor cumplida bajo el sol abrasador. Los jornaleros, quienes emigran, los perseguidos, los exiliados, los vagabundos y enfermos, los marginados…Vienen de alguna o de ninguna parte; mas, a nadie interesan. Y vienen, quizá, de allende el mar, huyendo de la guerra que no es sino muerte y destrucción. Los “benditos del Padre”, aquellos para los que “su reino no es de este mundo”, los que mueren aplastados por la vida y bajo el peso de una carga insoportable; quienes conocen el sufrimiento tan de cerca que son ellos mismos el sufrimiento, carne de dolor, llaga que supura. Los sin techo y quienes sienten la mordedura del hambre en sus entrañas, los enfermos y los desarrapados, los que duermen en los bancos del parque, bajo los puentes o en los sembrados que los acogen y abrigan, los alcohólicos, los adictos, los que piden siempre perdón y dan las gracias por nada a cualquiera que no les demuestra repulsión. 




Son tus hermanos, son tus semejantes, son el Cristo ultrajado y escupido que aguarda un Simón de Cirene que le ayude a llevar la cruz por la calle del Calvario en su calvario, o tal vez una mujer que enjugue su rostro del sudor y la sangre que resbalan por él. Son carne semejante a la tuya y su sangre tiene el mismo color que la tuya. Son, sí, los desposeídos de la suerte y maltratados por la fortuna, los que no eligieron ni pueden hacerlo, aquellos que ignoramos y hacemos por no ver; los "Juan sin tierra" y los que no tienen donde caerse muertos. Somos tú y yo, aunque lo neguemos tres o mil veces.

 

                                           José Antonio Sáez Fernández.