martes, 7 de octubre de 2014

ATARDECER CON ALAS.






Miro esta luz de la tarde y siento que los ojos se me han ido con ella. Es una luz tan diáfana que parece el rostro del amortajado. Apenas unos pájaros cruzan el horizonte de un cielo que se confunde de tan limpio en el toque de vísperas. Esta luz de octubre que deja herido el corazón como si hubiera sido rozado por el ala de un ángel. Tuyo es el silencio, árbol amordazado que oras ante los últimos destellos y te postras de rodillas para despedir el haz y el envés de los suaves y cálidos rayos de un sol que ya declina. Todo es ocaso en este ir y venir que es la vida. Todo se vuelve pérdida que atesoramos en la memoria y elevamos al cielo protector que nos aguarda siempre y nos cobija. Cambia, en la tarde, de tonalidades la luz.
Yo he salido de mi casa y dejé antes la casa de mi padre. Dejé a mi madre con los ojos arrasados en lágrimas. Ellos me vieron partir con un dolor insoportable en sus corazones. Les dije adiós, pero fueron ellos y no yo quienes se marcharon dejándome en suprema orfandad. Ahora voy tras su pista como el felino se deja llevar por la pista que persigue su olfato. Olfateo el camino y me precio de ser un buen rastreador, un sabueso excelente, husmeador eficacísimo que ha de dar con todo el amor que les cupo en sus huesos. En su tumba veo mi propia tumba. No podría escarbarla, pues vería mi rostro.
Se acortan los días de octubre bañados en la luz mágica del otoño. Son más breves las tardes y el corazón se encoge al hilo de las horas perdidas entre los visillos de la casa poblada de ausencias. Sientes el alma a la deriva y le lanzas un cabo por si acaso lo atrapara en su naufragio. Dulce son la muerte y las tardes de otoño, dulces la tristeza y la melancolía, y el aliento casi exánime del desamor cumplido, y la resurrección que aguarda en los ojos de aquel niño que fuiste. Volverás a la vida. Volverás a nacer, honda semilla enterrada, germina como el alto árbol que ahora eres por dentro.


                                                                                            José Antonio Sáez Fernández. 

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