sábado, 20 de septiembre de 2014

LAS NUBES DE SEPTIEMBRE.




   Septiembre es la agonía de un reino y de un reinado efímero, cuyo esplendor declina en el fulgor del orto. Es el agua derramada y vertida inútilmente como polvo sobre la tierra seca. Es la afonía y la mirada perdida de los cabizbajos. Septiembre es la nube que pasa y no deja lluvia, el paréntesis abierto, el globo inflado que se pierde en el aire. Septiembre es la antesala de todo que no anuncia nada, es la promesa incumplida y las palabras vacías que el viento se lleva, un robinsón extraviado en la isla deshabitada.
   Di que sí mientras septiembre pasea por tus ojos y se aleja de ti con desenfado, como quien te ignora, como quien desconfía, como quien se dispone a apagar la débil llama de un candil o una lámpara. Dime que sí y salgamos al mundo para gritar que todo aquí se acaba y que los días acortan su prestancia para prolongar el señorío de la noche, dama de sombras, sueño vibrante de la oscuridad. Que alguien lo diga. Que alguien se atreva a decirlo o que todos guardemos silencio para siempre.
   Septiembre es la conciencia de nuestra derrota, de nuestra infatigable e inútil lucha, de nuestro desvarío, náufragos que se defienden de las olas dando grandes brazadas por mantenerse a flote. Y es también la tumba del arcoiris, la ígnea señal de los marcados en el umbral de su frente con la sangre del cordero. Un regreso, una vuelta al círculo cerrado y a la conciencia de que no somos héroes sino soldados vencidos de una especie abocada al naufragio.
   Septiembre es el desencanto de los agraciados por causa de la fortuna, que apaga la sonrisa en los labios de quienes siguen al camino del eterno retorno y dibuja una mueca de hastío en los páramos sedientos de las cosechas malogradas. El sol del membrillo, áspero al paladar. El devenir. Otro peldaño. 

                                                                      José Antonio Sáez Fernández.

2 comentarios:

  1. Excelente trabajo, Maestro! Gracias por compartirlo.

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    1. Simpatiza la música de este violín apesadumbrado, de esta arpa del corazón con algún alma gemela (allí el guardián del paraíso y el ángel de las aguas conquistadas para el vibrante azul manifiesto). Y vamos a la deriva de la luz, al reino de la oscuridad y sus dominios con los días contados, con la melancolía, acusando el desamor del mundo, la lentitud de las tardes que mueren en las últimas brasas. Gracias, amigo.

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