jueves, 14 de agosto de 2014

LA BIBLIOTECA DE FERNANDO DE VILLENA.




   El escritor Fernando de Villena (Granada, 1956), extraordinario poeta y novelista, dueño de una de las trayectorias literarias más brillantes de su generación, ha sacado a la luz una obra que quizás pudiéramos integrar dentro del género del ensayo. Se trata de 127 libros para una vida (Biblioteca), publicada por ediciones Evohé; obra, sin duda, inusual, infrecuente o poco común en el panorama de la literatura española actual, la cual fue redactada entre Granada y Almuñecar en el año 2012. A mi entender, la escritura de este libro debió suponer todo un reto para el autor granadino; reto que ha superado con creces porque ha sabido estar a la altura de lo que se demandaba de él y de su talento. Así pues, el asunto se planteaba inicialmente como una demanda de selección de 127 obras imprescindibles de su biblioteca personal y, por tanto, de aquellos libros de los que él fuera consciente que habían contribuido, en forma decisiva, a su formación como lector, como escritor y como persona. 

   Lo primero que observará el lector en estas 318 páginas que constituyen el volumen a que nos referimos es que se encuentra ante un autor con una sólida formación literaria, consciente y responsable tanto de ella como de su destino de escritor. Con una sencillo esquema estructural por el que cualquier persona interesada puede moverse cómodamente y, partiendo de su infancia, nos refiere cuáles y cómo fueron sus inicios como lector de tebeos y de los "Libros de Guillermo", para, en seguida, adentrarse en la literatura antigua de Israel, Grecia y Roma a través de escritores y obras fundamentales que van desde La Biblia hasta La consolación de la filosofía, de Boecio. Quedan en medio autores como Homero, Esquilo, Virgilio, Ovidio, Horacio, Apuleyo, San Agustín, etc. Prosigue más tarde abordando la literatura medieval, arrancando en Las mil y una noches y finalizando con los autores judeoespañoles de los siglos XI y XII. En cada uno de los apartados o periodos que aborda, el escritor granadino incluye siempre aquellas obras y autores, tanto españoles como extranjeros, que le ayudaron a ser mejor persona y a formarse como escritor. Imposible hacer referencia a todos ellos, por lo que reseñaré aquí el esquema argumental de su obra que el curioso lector puede afrontar en una posible lectura de la misma.


   El apartado dedicado a la Literatura renacentista se inicia con La Celestina y declina en Camoens, tras el cual se incluye la sección dedicada a Literatura manierista, abriendo con Williams Shakespeare y concluyendo en Luis Carrillo de Sotomayor. La barroca, a su vez, va del Conde de Villamediana a la literatura francesa de Los caracteres, de Jean La Bruyère. Significativamente breve es el apartado que se dedica al siglo XVIII y más amplio el que acoge a los autores y obras del romanticismo, el cual se inicia con la Poesía romántica inglesa para concluir en las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. A los narradores del realismo dedica también una selección de sus más provechosas lecturas; así como a la poesía simbolista y modernista, ya en el siglo XIX.
   "De las vanguardias a las grandes guerras" y "Desde el fin de las guerras hasta el siglo XXI" se ubican como antepenúltimo y penúltimo de los apartados de su esquema literario o guía de lectura; los cuales concluyen con los escritores más significativos tratados personalmente por nuestro autor, tales como Pedro Rodríguez Pacheco, Enrique Morón, Antonio Enrique o José Lupiáñez, entre otros.
   
   Así pues, 127 libros para una vida (Biblioteca) tiene mucho de guía de lectura y de canon literario personal y subjetivo, por tanto. De ese modo, no deben exigirse al autor imparcialidad, objetividad o un pretendido rigor científico; si bien de todo ello hay, indiscutiblemente, en esta obra. No se perseguían premeditadamente esos objetivos, sino que se pretendía más bien dejar a los posibles lectores el testimonio fidedigno de un escritor reconocido sobre los libros de su vida, quien, con enjundiosos comentarios y anécdotas, convierte en deleite la amena lectura de esta obra. Y todo ello con una prosa fluida y cuidada que deparará al lector curioso horas de sabroso y placentero solaz. Se trata, pues, de una obra testimonial y aleccionadora, a la que no resulta ajeno cierto afán didáctico.


                                                                                  José Antonio Sáez Fernández.

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