lunes, 2 de abril de 2012

La segunda época de la revista "Batarro" (XIV).


En el año 1997 apostamos por la narrativa española actual y dedicamos el monográfico de la revista correspondiente a los números 23-24-25 a algunos de los mejores prosistas españoles del momento, cuyos nombres empezaban a sonar con fuerza en los círculos literarios y entre la crítica.
   Pedro M. Domene estaba llamado a coordinar esa entrega porque era el miembro del consejo de redacción de la revista y del grupo literario mejor preparado en este género, así como el que disponía de mejores contactos personales para llevar a buen puerto el objetivo que se propuso. Suya es la justificación de tal volumen que, a manera de introducción, da paso a las entrevistas con los distintos narradores y a sus textos originales, publicados e inéditos, a los cuales se une una fotografía de cada escritor. El conjunto de las entrevistas había sido publicado, en buena parte, en la prensa periódica. 
   Así pues, en el suplemento literario "Cuadernos del Sur" del Diario de Córdoba vieron la luz las de Medardo Fraile, José María Riera de Leyva, Enrique Vila Matas, Justo Navarro, José Vicente Pascual, Ignacio Martínez de Pisón y Alfredo Taján. Del mismo modo, en el suplemento "Artes y Letras" del diario Ideal de Granada aparecieron las entrevistas realizadas a Pedro Zarraluki, José Vicente Pascual y Antonio Rodríguez Jiménez. Eran inéditas o estaban en curso de publicación las realizadas a Francisco Rivero, Hipólito G. Navarro y Lorenzo Silva.

(Enrique Vila Matas)

De cada uno de los escritores mencionados se reprodujo un texto anexo a la entrevista, en su mayoría extraídos de obras ya publicadas, pero también inéditos. Así, "Episodio Nacional", de Medardo Fraile (de su libro Contraseñas, Pretextos, 1997); "Museo", de Riera de Leyva (inédito); "Extraña forma de vida", de Vila Matas, (del mismo título, Anagrama, 1997); "Hermana muerte", de Justo Navarro (del mismo título, Alfaguara, 1990); "Hotel Astoria", de Pedro Zarraluki (del mismo título, Anagrama, 1997); "Crónica de una desolación", del malogrado escritor Francisco Rivero (Ediciones B, en curso de publicación); "Campos de algodón", de José Vicente Pascual (Ediciones B, en curso de publicación); "Plaza del cielo", de Antonio Rodríguez Jiménez (Huerga y Fierro, 1996); "Carreteras secundarias", de Ignacio Martínez de Pisón (del mismo título, Anagrama, 1996); "El pasajero", de Alfredo Taján (del mismo título, Destino, 1997); "Perspectivas para una historia", de Hipólito G. Navarro (inédito); "La señal de los malparados", de Lorenzo Silva (de El ángel oculto, Destino, en curso de publicación).


(Medardo Fraile)



                             
Estos escritores se distribuyen entre las diversas promociones de la última etapa democrática de nuestro país, surgida tras la muerte de Franco, quienes "representan la literatura que analizó la problemática social en que desembocó la sociedad postfranquista y en novela se concretó entre el testimonio y la experimentación" -según palabras del coordinador de este volumen-. Como motivos para la recuperación de estos textos, se aducían en la misma introducción el de evitar el destino final de su provisionalidad para que sirvieran de testimonio de la manera de ser de la narrativa española en ese preciso momento; ya que algunas de las entrevistas periodísticas habían sido parcialmente reproducidas por exigencias de espacio y funcionalidad del medio periodístico.



(Justo Navarro)


(Ignacio Martínez de Pisón)

 Unas líneas de "La señal de los malparados", de Lorenzo Silva, publicadas en esta entrega de "Batarro":

(Lorenzo Silva)

"Leí la infortunada peripecia de Inés en los periódicos. Inés era una prostituta malagueña de veinticuatro años, drogadicta, que vivía rodeada de inmigrantes ilegales bajo el puente de Méndez Álvaro, desde que la policía los había desalojado del cercano Cerro de la Plata para que no entorpecieran el florecimiento de una nueva área comercial y la construcción de un megacine con pantalla panorámica. Había amanecido muerta en el parque de Tierno Galván, despojada de gran parte de sus ropas. Tras la primera confusión, corrió la hipótesis de que había sido asesinada por un cliente habitual, la perturbación que le había producido el que ella se negara a alguna de sus solicitudes. En la televisión habló el novio de Inés, un inmigrante gambiano. Lloraba y aseguraba que Inés era una buena chica y que los dos vivían felices bajo el puente y tenían ilusiones para el futuro, como cualquiera. Varios meses más tarde se averiguó cómo había sido exactamente la muerte de Inés: quien la había matado era su proxeneta, y lo había hecho porque ella había guardado para sí la dosis de droga que había comprado  con el dinero obtenido en la venta de una alhaja".

                                                                                                                    Lorenzo Silva.



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