¿Dónde
tu voz registras, pues no eres materia y desde la zarza
ardiente
me conminas a ir hacia ti, descalzo, cegado por las lágrimas?
¿Qué
aurora te sostiene, qué luz al alba y en el alba la aurora?
Tú,
el que no tiene forma ni muestra jamás su rostro a quienes ama.
Ven
a mí y envuelve mi cuerpo desvalido en la pasión de tu presencia,
pues
pasan raudas las nubes y descargas los rayos de tu furia
sobre
el cielo que me cubre y es techo para mi desamparo.
Larga
es la noche, larga y aniquiladora tu voz tronante en el precipicio.
Tómame
de los brazos desnudos con la fuerza de que alardeas
e
insufla en mi mente la dicha íntima de tu conocimiento.
Ábrase
el cielo y suenen rotundas las trompetas que te anuncian,
oh,
nueva edad que ansío, hermosa cuyo rubor prende en mi alma.
¡Cómo
pudiera amarte, ronco canto de las torcaces, si me sabes
agónico
entre los matorrales y no acudes a mi desasosiego!
Ya
sólo soy oído, pues no encuentro palabras que te conforten.
Que
yo vuelva a nacer. Que vuelva yo a nacerte, distante
que
me aguardas con los brazos abiertos, como un mar extendido
y
palpitante, cuyo corazón golpeara tal el agua en la roca inerte.
José Antonio Sáez.
Hermosos versos que a traves de tu blog serán leidos a lo largo de los años por mucha más gente que los editados en papel.
ResponderEliminarHola José Antonio. A partir de hoy, en mi blog, existe un enlace al tuyo. Enhorabuena por atreverte a publicar on-line!
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