jueves, 8 de junio de 2017

"LOS POEMAS DE HORACIO E. CLUCK", DE LUIS MIGUEL RABANAL.









   “Los poemas de Horacio E. Cluck” es el título del último libro de Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957), publicado por la editorial madrileña Huerga y Fierro. Horacio E. Cluck no parece sino un alter ego del propio poeta; es por tanto un heterónimo, a la manera que el vate portugués Fernando Pessoa utilizaba otros como los de Ricardo Reis o Álvaro de Campos. Quizás los heterónimos abran posibilidades a la escritura de un autor y permitan decir, con otras técnicas, voces y formas, lo que no parece propio del autor "primigenio", cuando en realidad, detrás de todos ellos no se encuentra sino la misma persona, desdoblada en distintas voces. El concepto de heterónimo abarca mucho más que el de seudónimo, pues en realidad supone un desdoblamiento de la conciencia del autor, el otro yo. Otras veces, sólo consiste en una técnica más de escritura, como la del "manuscrito hallado", por ejemplo.



   Luis Miguel Rabanal ha escrito un excelente libro de poemas en los que mezcla el verso con los poemas en prosa y, comúnmente, en muchos casos utiliza técnicas más propias de la narrativa que de la lírica; por ejemplo, en lo que se refiere al flujo de conciencia o al monólogo interior; el cual fue llevado magistralmente al verso por Luis Rosales en “La casa encendida”. En sus textos se produce un cambio continuo en la alteridad en el uso de las personas gramaticales, desde la 1ª a la 2ª, pasando por la 3ª, y ello en el mismo poema. No podemos decir con exactitud que los textos de este libro sean poemas narratológicos en sentido estricto, pues lo que se dice contar historias no se suelen contar en ellos, stricto sensu. Más bien son impresiones, llamaradas líricas, punzadas y aguijonazos líricos lo que suele ofrecernos en una escritura más bien fragmentaria, quebrada, significativa y formalmente rota, pero que transmite eficazmente las emociones que interesa transmitir al poeta. Cierto vuelo surrealista hay pues aquí, aunque quizás sea cierto barniz no determinante, porque la palabra y la imagen se han depurado con una eficacia y una precisión poco frecuentes.



   “Los poemas de Horacio E. Cluck” utilizan con cierta asiduidad técnicas literarias que han pasado de la narrativa a la poesía, especialmente desde que fueran introducidas en la década de los 60 en la novela española por escritores como Luis Martín Santos en "Tiempo de silencio" o por Miguel Delibes en "Cinco horas con Mario".  El monólogo interior o el flujo de conciencia son recursos arriesgados pero que dotan de modernidad, actualidad e idoneidad al poema. Siendo textos reflexivos y memorialísticos, en cuanto que se nutren de ideas y pensamientos a veces obsesivos, en ellos el discurso del poeta va siendo liberado, se deja fluir en un ejercicio voluntarioso y hasta cierto punto psicoanalítico, que puede resultar extenuante para el poeta. La condición de la estructura fragmentaria de los textos mucho tiene que ver con el estado emocional y hasta físico del autor. En este sentido cabe apuntar la abrumadora fuerza con que el sentimiento erótico apunta en los poemas, dotándolos de imágenes de una energía irreprimible y cautivadora, constructiva y destructiva a la par. Una especie de lucha entre eros y tánatos, entre el amor y la autodestrucción. En esa ambivalencia se debate el autor de estos textos, casi siempre desgarradores, pero en los que también hay lugar para la ternura, la delicadeza, los recuerdos de la infancia o el amor.



   Depuración de elementos lingüísticos, por un lado, y construcción personal de imágenes audaces, junto con la brutal carga emotiva que el poemario conlleva, hacen de este libro una obra realmente especial en el panorama de la actual poesía española. Un poemario que no rinde cortesía a otras corrientes en boga, sino que transita por caminos personalísimos de exigencia y rigor. Excelente el prólogo de Andrés González, muy atinado y certero. No siempre un prólogo contribuye a la brillantez de una obra pero, en este caso, lo consigue.








                                                                               José Antonio Sáez Fernández.




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