lunes, 7 de diciembre de 2015

CIERVA CONCEBIDA.







Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.
      
                                                                               (Miguel Hernández)

   No puedes concebir si no estás en amor. Quien no anda en amor no puede acceder a su secreto. No se accede a la luz si no es a través de la concepción germinal, pues la luz fecunda y en ella engendras. Dime tú, que entonas salmos a altas horas de la madrugada, ¿cómo es que no has concebido aún? ¿Acaso no te ronda el amor? Yo vi filtrarse en tu vientre y reflejarse en tus ojos la luz propia de la enamorada, aquella que anda en busca de amor. Redondea tu vientre incipiente y lo acaricias como si hubieras concebido ya. Cuando la aurora descorre las cortinas de tus pupilas, apenas el sol comienza a iluminar las sombras que pueblan la tierra y se abre paso la luz en los abismos, te levantas del lecho con tus níveas ropas holgadas y eres tú misma blanca como la leche que anda a rebosar entre tus pechos. Blanca eres, hay cierva que triscas por los cerros que dan entrada al desierto y lo bordean como centinelas agazapados a la sombra de tus ojos almendrados. Eres el rayo fecundo que origina la vida y la transmite. Eres los rayos del astro rey que iluminan la noche de los seres humanos, quienes van en grupo o se dispersan como corderos conducidos al matadero. Eres el cielo estrellado y eres la luna llena en el cielo estrellado, como la forma consagrada que refulge en el firmamento. Eres el espejo que refleja sobre la tierra la luz de fuego que recibe. Y eres el sonido de las cítaras, los timbales y las panderetas que suenan entre los cánticos de los desterrados por causa de amor. Siento su nostalgia y veo correr las lágrimas deslizándose por sus mejillas. ¿Dónde vas a altas horas de la noche, ligera entre las sombras y ocultándote a las miradas indiscretas? Pues cubres tu rostro, brillan tus ojos como luceros encendidos de amor por el amado. ¿Acaso eres la loca que anda persiguiendo el rastro de su enamorado? 
   Mira que no puedes concebir si no andas en amor. Tu olor perfuma el aire en las almenas de la muralla y el centinela está presto para dar la voz de alerta. Pero tú eres sigilosa como el cervatillo que se desliza entre las sombras de la noche en busca de alimento y ramonea las hojas verdes. Tu alimento no es otro que el aliento que ansías, la boca que derrama el vino en la tuya, los musculosos brazos que se cierran en torno a tu frágil hermosura. Ahora saltas entre los riscos cercanos a la playa y desciendes con cuidado hasta la orilla, no sea que se malogre el fruto de tu entraña. Eres la cierva concebida y ya perfila, orondo, el fruto de tu vientre a vista de los ojos deseados.

                                                               José Antonio Sáez Fernández.

2 comentarios:

  1. Hermoso pensamiento cargado de poesía, con tu sello personal, sencillo y entrañable .. inconfundible. Muchas gracias, Maestro.

    ResponderEliminar
  2. Concebir, dejarse fecundar por la luz, ser un hombre antorcha cuya presencia sostiene, da confianza y fortalece en la debilidad; para encontrar los gestos oportunos, las palabras acertadas, las actuaciones que resuelven... Y luego disolverse en el aire o en el mar, dejando en el tránsito ese indescriptible aroma.

    ResponderEliminar