miércoles, 23 de octubre de 2013

PLANTO.






Soy el abandonado, quien va dejando atrás el lastre de sus pasos. Acaso algún mastín olisquee entre cardos el aliento que dejan mi llanto o mis plegarias. Soy el que fue perdiendo cuanto cupo en sus manos, el que se abraza al aire y estrecha su vacío. Soy el que anda perdido, el que no fue ganado, el que va tropezando y, ladera abajo, rueda entre los peñascos; el que se deja hacer por el agua del río, el pulido, el de aristas, sólo un canto rodado, una piedra que pudo ser umbral o dintel y quedó entre ruinas de una deshabitada estancia. Me veis a lo lejos, siempre estoy alejándome, caminando entre huertos, arrabales o arenas que van a dar a la mar, junto a playas desiertas donde van a morir las olas que vienen a lavar las plantas de mis pies polvorientos. Soy el que va de paso, el que no se detiene, quien  ha de echar raíces en espacios vacios, soy de ninguna parte y no tengo otro sino que las sombras de la noche, donde se guarecen las alimañas. Soy el que va perdiendo, el que cede al empuje del tiempo huracanado, el que no recompone su vasija maltrecha, quien vela en la luz y en las tinieblas permanece de guardia por si llegara ella, la que no tiene nombre, la hermosa que te invita al frío del abrazo, la que danza y se insinúa ante ti, cautivadora. Acaso sea aquella, la de tan dulce rostro, cuyas formas perfectas adormecen al tigre y gritan desde los laberintos que se asoman a los acantilados, la gran matrona que guarda luto por los naufragios que han de entregar al fondo del mar sus ahogados, la cuota fija de los suicidas, el desamor del mundo, la orfandad de quienes vierten sus lágrimas sobre la tierra heroica. Soy casi nada, ya veis, esto que no es nada y en nada se diluye. Aquel que se oculta tras el horizonte. El que llevan las gaviotas prendido de su pico. El que se desvanece. El que claudica y se rinde. Aquel que se arrodilla y, sus ojos a tierra, os demanda el perdón. El que ya es polvo y luego será nada.


                                                                     José Antonio Sáez Fernández.

1 comentario:

  1. ¿Qué lector es éste que tan generosamente acude a mi llamada? ¡Qué amabilidad la suya y cuánto reconforta saber que alguien al otro lado te acuna en el desvalimiento y la fragilidad! Gracias, desconocido amigo.

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