miércoles, 11 de julio de 2018

ENFRENTARSE A LOS MIEDOS.





Nos pasamos la vida intentando hacer frente a nuestros miedos: miedo a la soledad, al castigo, a la enfermedad y al dolor, al fracaso, miedo a la muerte... Pasamos así la vida y cuando venimos a darnos cuenta de lo inútiles que son los miedos y del tiempo que hemos perdido en intentar acabar con ellos, cuando tantas veces eran sólo humo que se difumina en el aire, seguramente ya no tenemos casi nada que perder. ¡Cuántas veces los miedos no fueron fruto sino de nuestra mente obcecada y obsesionada con ellos, sin una razón lógica que los motivase! 

Cierto es que la soledad, la enfermedad, el dolor, los errores y la muerte existen, que el miedo mueve y condiciona las acciones o las decisiones humanas, que incluso puede ser producto del inconsciente e incluso de la propia personalidad. Pero también es cierto que los seres humanos somos seres racionales e inteligentes y que podemos llegar a controlar nuestros miedos para ser capaces de abrirnos el camino hacia el futuro y la esperanza en nuestras vidas. Los miedos lastran nuestra existencia, como lastran nuestras capacidad de iniciativa. Contra ellos, la audacia, la osadía, el coraje, la valentía, la resolución, la voluntad y la constancia suelen ser eficaces. 

A veces la mano que atraviesa la cortina se percata de que no hay nada ni nadie oculto tras ella, que sólo era el viento quien la movía. Fronteras mentales son los miedos, gendarmes que disuaden de tomar la iniciativa o seguir un camino. No cabe duda de que los miedos nos manipulan y condicionan, así como pueden servir para ser utilizados por otros semejantes para manipularnos. Por eso, en la sociedad actual,  pueden constituir un arma eficacísima  y son utilizados por los grupos en el poder para conducirnos hacia donde ellos desean. 




Pueden, en efecto, fabricarse artificialmente los miedos en momentos históricos oportunos. Únicamente un ser humano libre y crítico, capaz de razonar y discernir, puede determinar la racionalidad de los miedos y de sus miedos en particular. Pero es obvio que eso no interesa, que lo que interesa es conducir a las masas hacia donde mejor conviene al poder establecido. Quizás la única forma de desactivar nuestros miedos sea haciéndoles frente para que no nos invaliden, para que no nos impidan avanzar y vivir, en lo posible, una vida libre de ellos.



                                                             José Antonio Sáez Fernández.




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