jueves, 24 de enero de 2013

LA EXPERIENCIA EXTÁTICA.









Entré en el tabernáculo, en el Sancta Sanctórum,
aquel  lugar sagrado que yo desconocía.
Apenas si entendí qué me estaba ocurriendo,
quién me arrastró hacia el centro donde te me mostraste
y pude ver tu rostro, ay cómo me subyugas...
Fue, pues, un entender, un ordenar el caos,
andar sobre las ascuas, dar por fin con la llama:
la lucidez completa  por mí nunca aprendida.
Algo así como un ver (un mirarte, ¿qué fuera?),
comprender que la entrega sólo es dejarse hacer,
ceder a la corriente, pues fui greda en tus manos.
¡Qué me sedujo en ti, me incendiara por dentro
apenas un instante en que pude ver todo!
Y fue luego conforme, con tu deseo, el mío.
Te confié cuanto dieras y te pertenecía.
Cejé y me abandoné a cuanto tú quisieras.
A tu encanto cedí, confín de los rubíes,
esmeralda preciosa, topacio azul cobalto…
Como la piedra, el centro: El que no tiene forma.


                            José Antonio Sáez.

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