-Anulación de las emociones y su sustitución por otras impostadas, más fácilmente
manejables.
-La
muerte del amor y su redirección por una mezcolanza de atracción e instinto de
satisfacción esporádica u ocasional que no obligue a nada. Hedonismo sin
compromiso. Amor reducido a puro hedonismo, pues dura lo que dura y no lo que una vida. No están los tiempos para comprometerse y si hay que recurrir se
recurre al mercado de rebajas, donde se vende más barato y te haces la ilusión
de que se te ofrece una segunda oportunidad. Hay auténticas gangas. Saquemos a
pasear a las mascotas.
-La
muerte de la conciencia y su sustitución por unos valores de usar y tirar,
fundamentados en la medida del hedonismo. La vida son cuatro días y no hay más
Dios ni más justicia que no sea la holganza y la pitanza, las vacaciones y los
viajes a Punta Cana. Vivan las fiestas y el botellón que nos hacen felices.
-Exijo mis derechos y me molesta que me recuerden mis deberes. Yo hablo de libertad: no me hablen de limitaciones. La libertad es libertad y no implica responsabilidad. Ejerzamos la libertad sin merma. Por un libre albedrío absoluto.
-Por
una sociedad del bienestar, anestesiada, de cerebros medianamente satisfechos,
no pensantes, no críticos, sí felices.
-Por
unos estómagos agradecidos que no cuestionen ni pongan en duda la bondad del
sistema y sus rectores políticos.
-Todo
para un pueblo adormecido por una caja mágica de sueños de celofán, redes
sociales y medios de comunicación atentos a la voz de su amo.
-Condenada
la independencia de criterio, peligrosa, ajena al sistema o fuera de él.
Premiemos a los individuos que hacen de soportes del sistema, los pilares
fundamentales del movimiento social que lo hace posible.
-La
revolución es algo trasnochado. Sofoquemos cualquier atisbo de rebelión o de
violencia. Hagamos creer que el azul y rosa son los colores de moda.
-Brindemos por la estabilidad que prolongue en tres dimensiones una realidad virtual que esté a favor de nuestra descendencia. Y que se fastidien los dictadores y los autócratas, los librepensadores y los amargados. La vie est belle.
José
Antonio Sáez Fernández.
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