viernes, 14 de junio de 2024

OXÍGENO

 



Somos los que inspiran y espiran. Somos los que respiran y ensanchan sus pulmones henchidos de aire vivificador. Vivimos porque respiramos y necesitamos del aliento del oxígeno como el gran cetáceo que sale a la superficie a respirar tras la inmersión profunda, recreándose en la gracia de estar vivo y en la bulliciosa alegría de las aguas ligeras sobre las que se desplaza en busca del plancton y el alimento necesarios. Somos, sí, porque respiramos y el aire es nuestro cómplice oxigenando la sangre que circula por nuestro cuerpo en el gozo y la dicha de existir o en una fragilidad que nos sorprende y espanta. Inspiras y espiras, tomas aire y lo sueltas despaciosamente como si quisieras recrearte en el momento en que te relajas antes de tomar el aire nuevamente y volver a soltarlo. Somos seres vivencialmente repetitivos y nuestro organismo se recrea en sus hábitos. Qué gracia ésta la de respirar, qué don magnífico, qué suerte de maravilla la de relajarse en un acto instintivo que nos ubica al alcance de una diosa o de un dios en paridad absoluta. Expandirse y achicarse, ahuecarse y aminorar, llenarse para vaciarse y hallar el absoluto relajamiento. Los pájaros son los dueños del aire y comparten con nosotros el gozo de poseerlo.





José Antonio Sáez Fernández.





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