Tuyos son los bosques. Tuya es la hierba. Tuyos los cantos de los pájaros ocultos en las ramas de la arboleda y tuyos los frutos del campo mojado bajo la lluvia. Tuyas las flores cuya belleza regala las pupilas y tuyos los ojos que las miran y el alma que contempla la hermosura del mundo, al borde del éxtasis o de la asfixia. Tuya es la adolescente y tuyos sus sueños de luna que ascienden como humo perfumado y ofrenda hasta los dioses, invitada a su mesa, convidada a su fiesta con solo extender su blanca mano delicada. Tuya es la dulce melancolía y su hermana la tristeza, tuyos los corazones enamorados y el candor infantil, su luminosa inocencia; la gracia y el donaire de la joven, su coqueteo y su sonrisa alada. Tuyas las almas que deambulan perdidas en un tiempo sin tiempo que no es el suyo y se preguntan por el lugar que ocupan entre el marasmo y la hecatombe de una era terminal. Tuyos el amor que naufraga y el que triunfa, tuyo el desamor, tuyas la risa y las carcajadas, tuya la bondad y la misericordia, tuyos el perdón y el apretado abrazo, tuya la pasión y tuyo el deseo; tuyos los besos, las caricias y la cópula infinita que hace germinar el universo y le imprime un ritmo, una armonía, al caos. Tuya la ilusión de la desposada en el día de la boda y tuya su entrega al esposo.Tuyas la bóveda celeste y las estrellas que titilan en ella, tuyas las nubes que pasan sin detenerse apenas, tuyos los planetas y el astro rey que nos da luz, que calienta y vivifica la tierra en su continuo viaje astral. Tuyas las aguas que se derraman y se expanden, tuyas las fuentes y los estanques, tuyos los ríos que van a dar a la mar y tuyo el aire que respiro. Tuyo el instante y tuyo el silencio.
Míos son el desamparo y el desvalimiento, la debilidad, el ocaso y los paraísos perdidos, la fragilidad, la derrota y los sueños que nunca se cumplieron. Míos la bandera arriada y el blanco pañuelo que se agita en la batalla de la vida, las señales de socorro en la noche del mundo, la barca que naufraga y las redes vacías o el regreso de los barcos entrando en el puerto. Míos son las lágrimas y el dolor que es su fuente, mías la enfermedad y las pruebas médicas que ultrajan el cuerpo y vejan su dignidad, mío el último aliento sobre los que amé. Mío fuera el cruzar a otra orilla donde me aguardan quienes me quisieron y en donde aguardaré a quienes un día habrán de continuar esa andadura. Míos fueron la inocencia y la mirada de un niño, el pudor y el ruborizarse de las mejillas, el temblor del primer beso y los escalofríos al tomarla de la mano, mías las lágrimas ante el recién nacido que acuno entre los brazos y el insomnio y la angustia de ser y no saber. Mía fue la despedida y mío el adiós, pues sabe que un arcángel me rozó con sus alas.
José Antonio Sáez Fernández.
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