jueves, 12 de marzo de 2015

GUÍA DE PERPLEJOS (VII).





SURA TRIGÉSIMO PRIMERA.

Los niños y los pájaros, los ancianos y los niños son las criaturas preferidas por el Amado. Los niños son como los pájaros y los ancianos como los niños. Todos ellos tienen alas y van de la inocencia y la ternura a sus asuntos. Un pájaro es como un niño y un niño es un pájaro. Mira a ambos a los ojos y veras en ellos reflejada una ráfaga de luz desprendida de los dedos alfareros del Amado. Los niños y los pájaros: ¡Qué lejos, ambos, de la muerte!¡Que borrachera de vida en el Amado! Y los ancianos, ¡qué cerca de la eternidad que llama a las puertas de su corazón! Pájaros, niños y ancianos: ¡pura delicia para el goce del Amado!


SURA TRIGÉSIMO SEGUNDA.

Si dejas fija la mirada en el sol, bien pudiera cegarte. El ojo no fue concebido para soportar esa carga de luz que lo invade. Igualmente, el amor humano, aun habiendo sido concebido a imagen y semejanza del divino, no puede en modo alguno compararse a él. Los sacerdotes que se adentraban en el Sancta Sanctorum y se atrevían a mirar el Arca de la Alianza en el Tabernáculo, sufrían un mal que los fulminaba. No ambiciones demasiado en tu comunicación con el Amado. Podrías no tener capacidad para asimilarlo. El cuerpo humano, las potencias humanas son demasiado frágiles y limitadas.


SURA TRIGÉSIMO TERCERA.

Entiendo esa preferencia tuya por los desvalidos, por los desamparados, por los que sufren o son perseguidos y represaliados por sus principios. Porque el dolor y la indefensión estimulan o constituyen un acicate para el conocimiento. Tú eres el conocimiento y a ti se llega a través de él. ¿Y por qué ha de ser esto así? Sólo tú decides tu proceder y no nos toca a nosotros discernirlo. No pretendas tocar las nubes desde tierra firme. Ellas no están a tu alcance. Aunque extiendas tus brazos hacia el cielo y cierres los ojos, sólo se te hará tangible el aire. Dispón tu corazón para el Amado. Despójate. Haz sitio en él. No ocupa espacio.


SURA TRIGÉSIMO CUARTA.

Sobra la vanidad y sobran todas las humanas miserias cuando corres al encuentro del Amado. El vanidoso está lleno de sí, a rebosar, y en su interior no queda ni un resquicio por cubrir. Si quieres avanzar hacia el Amado debes ir con la inocencia y la ingenuidad del niño que se deja llevar por la mano de su madre. Quédate ahí, a la expectativa, aunque Teresa afirme que en el encuentro con Él “no deja de participar el cuerpo en algo, y aun harto”. Pero has de saber que ese grado de comunión sólo se alcanza por concesión del Amado y, por consiguiente, no depende de ti. Abandónate, pues, y déjate envolver por la marea.


SURA TRIGÉSIMO QUINTA.

Así como los enamorados anhelan con creciente ansiedad el momento del encuentro, y así como vierten sus lágrimas de congoja en el instante de la despedida, siendo tal su desconsuelo por causa del fin de sus amores; de tal manera se regalan con palabras de aliento con la previsión de un nuevo y definitivo encuentro. Así tú, que aguardas con impaciencia y quedas a la espera de que se muestre el Amado a ti, aunque no acuda a la cita convenida y esperes largamente con el alma en un hilo.

     
                                                                                 José Antonio Sáez Fernández.




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