sábado, 21 de febrero de 2015

GUÍA DE PERPLEJOS (II)





SURA SEXTA.

Una vez que te adentraste en la claridad de lo revelado, no desearás salir de su trama, porque ella cubre con plenitud todas tus aspiraciones. Nada te sacia más ni nada puede haber que subyugue más tus facultades cognitivas. Navegas a la deriva de un mar que te lleva en volandas. Allí te transfiguraste, internado en lugar secreto y deleitoso.


SURA SÉPTIMA.

Ah, este conocer que quema mi lengua y mis entrañas… ¿Cómo hacer expedita su salida si me abrasa por dentro? Acaso el rocío del amanecer me purificara. Si yo fuera el alba, entonces entrarías en mí y yo iría a lomos de tu corcel radiante. Eres el jinete que cabalga en la luz hasta difuminarse en lo etéreo. Cuida, que el aire es tan limpio que hiere mis pulmones.


SURA OCTAVA.

Te preguntarás por qué tú, el más débil, el más flojo, el más desamparado y desvalido, el más torpe, el más perdido de todos…Y no hallarás respuesta. Ahora sabes que andas en la claridad, que eres diáfano y que no te ven ni te oyen, aunque intentes hacerte visible y audible.


SURA NOVENA.

Cuanto tiempo anduve errante por los desiertos y me entregué a ellos, no fuera tiempo inútil. Todo aquel tiempo fue necesario para alcanzar este aire y para sumirme en él. Cuanto tiempo anduve en las oquedades de los montes, en las bocas abiertas de la tierra, haciéndome a la oscuridad y saliendo de ella de vez en vez para que vieran la luz mis ojos, no fue tampoco un tiempo vano. Ahora lo sé, pues entonces no veía.



SURA DÉCIMA.

Se burlan de mí porque no como de los manjares con que vienen a tentar mi voluntad y porque me visto tan modestamente que les parezco ridículo, porque mi casa es la tierra que piso y porque duermo como las aves y otras criaturas bajo los arcos de los puentes que han erigido los hombres, porque no ando con mujeres sino que vivo entregado a la  soledad y a la voz del espíritu. Y si alguno me ve llegar, pone el grito en el cielo: ¡El loco! ¡Viene el loco! Mas sólo yo sé que soy el iluminado por dentro, el atravesado por la luz, y mi única locura es por aquel de que ando en amor.



                                                                            José Antonio Sáez Fernández.

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