miércoles, 28 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: Dos publicaciones significativas.




En el año 2005 publiqué en la colección "Almud Literario", de la editorial malagueña Corona del Sur, y gracias a la generosidad de Francisco Peralto, el opúsculo Valle sin aurora. Consta este librito de 16 poemas, mayoritariamente vinculados en torno al valle del río Almanzora, en la provincia de Almería, al paisaje circundante y sus circunstancias sociohistóricas; tema que de alguna manera siempre ha estado presente en mi poesía. Lo dediqué a la memoria de mi amigo, el poeta leonés Antonio González-Guerrero, celebrado autor de El país de la nieve.
   Con el recurso lacerante de la emigración en una tierra abrasada por el sol y la sed, olvidada y marginada secularmente, se inician los primeros endecasílabos de esta obrita, no menos estimada por mí a causa de su selecta brevedad. Se adentra en los jardines y en los dulces frutos de las huertas regadas allí donde el agua corre pródiga, hasta asomarse al mar Mediterráneo y a las culturas que aquí se asentaron a través de Baria y Basti (hoy Villaricos y Baza).
Otro grupo notable de textos tienen carácter existencial y reflexivo y algunos giran en torno a la pérdida de mis padres. Valle sin aurora es un opúsculo poético que tiene carácter cíclico, en cuanto comienza y acaba con dos versiones del poema "Sal de tu patria". Los textos que se integran en él no fueron incluídos después en otros libros.


Al poeta cordobés José Antonio Santano debo la publicación, en su revista "Cuadernos de Caridemo" (núm. 16, Almería, abril de 2004), de una pequeña antología de mi obra poética, titulada Certidumbre efímera (1983-2003). En ella incluí 20 poemas de mis siete primeros libros publicados y ofrecí un texto entonces inédito, "Fandango de Almería", que sería integrado posteriormente en Las Capitulaciones (2007). Aunque breve, esta antología es la única que se ha publicado hasta la fecha sobre una trayectoria poética que se aproxima a los treinta años de creación literaria ininterrumpida.
En las líneas de presentación de la misma, concluía yo: "Si en mis primeros libros era más acuciante la necesidad de expresar emociones, en la última década creo haber adoptado un compromiso mayor respecto a la forma del poema y la contención, por tanto, en la expresión de emociones y vivencias. Una poesía esencialmente interior, profunda y reflexiva, comprometida con el hombre y la condición humana" (p. 5).
   Cierro, pues, este ciclo de "Compañeros de viaje" que ha pretendido dejar testimonio de mi obra poética publicada hasta el presente año 2011. Quizás algún día me atreva a dar noticia de los trabajos de crítica literaria que me ocuparon, las ediciones, mis intentos en la narrativa o de la labor de "Batarro".




      SAL DE TU PATRIA.                                      FANDANGO DE ALMERÍA.



Dije: "Me iré de aquí y me llevaré                   El almeriense triste, el que alberga en el alma
a los míos, pues no vive esta tierra".               todo el dolor del mundo y en los ojos la herida
Dejaré mi casa y la de mi padre                     abierta de su tierra. El de las grandes manos
y me marcharé a algún lugar extraño              con que partir el pan y acariciar el trigo
donde los ríos corran por los valles                 en su delicadeza. El cegado de luz
y pueblen sus riberas los hermosos               que al firmamento mira al borde de una lágrima.
frutos del grácil melocotonero,                        El que siembra el desierto y en la arena cultiva 
las uvas doradas que han de ofrecerme           la rosa de las dunas, junto al dátil aurífero.
el dulce mosto extraído en las prensas;          El que mide su talle con el de las palmeras
las cerezas, los higos, las granadas               y asciende hasta la copa al giro de su tronco.
y cuanto manjar sabroso concede                  Aquél que se desangra derramado en tarantos,
la tierra fecunda a quien, con sudor,               el hijo del indalo que bebe en copa argárica,
hunde, viril, en arado en el surco                    el sufí retirado que apacienta los cactus.
o la corteja y mima en su quebranto.              El que dora las uvas de un brillo inmarcesible
No he de sentir nostalgia en la partida,            y extrajo de las minas los dones de la tierra.
pues me supe de paso en el camino.              El de Abdera y de Baria, aquél de Los Millares,
                                                                   quien juntó cielo y mar desde la cima enhiesta
                                                                   del Charidemo altivo, barriendo las cenizas
                         de volcanes dormidos bajo el sol implacable.
                         El que llora en fandangos con el alma en un hilo.
                         Ese esbelto almeriense que pena oculta guarda,
                         el que extiende sus redes sobre el coral purpúreo
                         e ilumina los cerros con la luz de sus ojos,
                         remontando las ramblas para hacerlas fecundas.
                         El almeriense triste, en el alba del mundo.

                                                 José Antonio Sáez.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Gozos de Nuestra Señora del Saliente".



Gozos de Nuestra Señora del Saliente se publicó en el año 2010 en la editorial granadina Port Royal. Era una obra que yo debía a las gentes de mi pueblo y a su patrona. Respondía a una necesidad, a una urgencia interior y fue escrita durante unos meses de convalecencia. A veces uno siente la necesidad de devolver a su pueblo algo de lo mucho que de él ha recibido. Yo quise escribir un libro de homenaje, pero también de solidaridad con los seres humildes e indefensos, con los maltratados por la vida o quienes dejaron la salud en el intento, con los emigrantes y los desposeídos que buscan amparo y consuelo a su desvalimiento, y entre ellos a "María Mata Avellaneda, alma aún más pura que la Benina de la Misericordia de Galdós; la que con su cestilla de barquillos aromáticos daba olor y sabor a los sueños alados de mi infancia (...)". Era también una oportunidad de sumarme a la conmemoración del tercer centenario de la fundación del santuario del Saliente de la forma que podía hacerlo. Estuve donde tenía que estar, aunque no faltaran las incomprensiones, las censuras y los silencios hacia una obra no bien entendida por todos en los tiempos que vivimos. Con ello contaba.


En una ocasión anterior, andando el año 2003, había preparado la edición Cuentos del Santuario del Saliente, obra que recopila diez historias de otros tantos autores almerienses o residentes en Almería, que quisieron sumarse a esta aventura: José Asenjo Sedano, Juan Berbel, Juan José Ceba, Julio Alfredo Egea, Diego Granados, Pedro Felipe Granados, Pilar Quirosa-Cheyrouze, José Redondo Molina, Ana María Romero Yebra, Antonio Rubio Fernández, José Antonio Sáez y Jacobo Soto Carmona. Las ilustraciones y la portada fueron realizadas por el excelente pintor Andrés García Ibáñez. 
Estas dos obras constituyen parte del legado cultural que yo quise dejar a mi pueblo y creo que no hice otra cosa que cumplir con honestidad con lo que considero un deber.

Las ilustraciones de Gozos... son, sin embargo, del catedrático de Filosofía y pintor oriolano Rafael Bascuñana Benítez, quien ya tuviera la generosidad de ilustrar las páginas de mi primer libro, Vulnerado arcángel (1983). No obstante, de una forma u otra, colaboraron en la portada Martín Berbel Granados y el editor Ángel Moyano. El libro está estructurado en cinco cantos o partes, cuyos títulos son: "Anunciación del ángel a Nuestra Señora", "El magníficat", "La mujer envuelta en sol", "Poemas en cuaderna vía" (en homenaje a Gonzalo de Berceo, primer poeta de nombre conocido en nuestra lengua, por su obra principal, Milagros de Nuestra Señora) y "Gozos del pueblo". Las tres primeras están escritas en versos alejandrinos y constan de doce poemas cada una. La cuarta, en cuaderna vía, incluye cinco poemas; y la quinta compendia, de forma un tanto aleatoria, seguidillas (32), soleás (15), coplas (10), redondillas (11), cuartetas (14) y liras (16). También puede entenderse este libro como una forma de oración, personal y solidaria, del poeta que siente los desvalimientos de los indefensos y golpeados por la vida, haciendo suya la voz de los que no tienen voz.








Ilumina, Señora, a quien en ti confía                                   Ante la Flor de Mayo
para echarse al camino que a tu lugar conduce.                  con que la primavera nos regala,
Nuestra flaqueza asiste, conforta en la zozobra,                  quiso estallar el rayo
sustenta voluntades, en la duda sé báculo.                         una alegre bengala
                                                                                       que los ángeles llevan en un ala.
Pues ve aquí al peregrino que encamina sus pasos
a la cumbre sagrada del monte en donde moras:                                     ***
el Roel poderoso, bastión de tus confines,
Tú siempre la más alta; de Las Estancias, águila.                 Y el rostro de María,
                                                                                        que en claridad resuelve su belleza,
Inspira el pensamiento y alimenta el ingenio                         a la luz respondía
de aquel que a ti se acoge para cantar tu gloria                    dejando la corteza
con humildad consciente, sabiendo que su canto                 de los frutos que ofrece su entereza.
es también de los otros: los que sufren y callan.
                                                                                                             ***
Madre del pedernal, de las moles soberbias
y alturas ascendentes que alfombran las coníferas,            Madre de Las Estancias
la bien proporcionada, de amarantino rostro                       que allá en las alturas de tu santuario
y cabello ondulante: oscura es nuestra noche.                   el aire de fragancias
                                                                                      perfumas del sagrario:
Alúmbranos el día que afirme en la esperanza.                   la luz llega hasta ti del lucernario.

                                                                                                             ***


                                                                                                        José Antonio Sáez.
                                                                                                                          










sábado, 24 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Limaria y otros poemas de una nueva Arcadia".


Uno de los motivos determinantes de mi poesía ha sido el del "paraíso perdido", que entraña un contenido esencial de alto valor simbólico, vinculado a la tradición bíblica pero extrapolable a otros campos de la existencia. Si la imagen proviene del libro del Génesis y de aquellos versículos que narran la expulsión de Praraíso Terrenal o Jardín de Edén, no es menos cierto que la vida humana es una continua pérdida de aquello que fuimos y amamos. Somos arrojados del vientre de nuestra madre a este mundo, abandonamos la infancia y la inocencia, atravesamos la adolescencia y la juventud como espejismos de la dicha y evocamos esas etapas de la vida como algo que tuvimos y perdimos. La felicidad posible no es sino un compendio de momentos gozosos o de instantes de plenitud, tan fugaces como efímeros.
 Pareciera que el secreto verdadero del vivir estuviera en lo mínimo, en lo pequeño, en lo escondido por íntimo, en lo humilde y esencial, que no en lo superfluo, material y exibicionista.

El nombre de Limaria se corresponde realmente con una pequeña aldea cercana Albox (Almería), en el término municipal de Arboleas. Lo elegí simbólicamente como lugar íntimo de la memoria en donde la felicidad del hombre está vinculada a la armonía con el entorno y con uno mismo. Es topónimo de antiguo origen latino, pues la piscina limaria era aquella adonde iba a parar el agua de algún nacimiento o fuente cercanos y en ella se posaban las impurezas o lodos (limos) del agua, antes de volver limpia a su cauce. No se conserva aquí esa piscina, pero sí el topónimo. Quise ver en la aldea al hombre que es uno con su entorno y recibe de él cuanto necesita para dedicar gran parte de sus anhelos al cultivo del conocimiento y comprensión de las grandes cuestiones de la existencia. El retiro, el alejamiento, la justa ambición de lo necesario y el desprecio de lo superfluo son constantes que el lector sabrá apreciar en el libro. Soy conciente de que ese equilibrio entre hombre y naturaleza se rompió hace mucho y de que esa ruptura parece irrecuperable. Pero el sueño, la autopía es la única ambición que nos queda a quienes constatamos la agonía del mundo.


En 2008 publiqué Limaria y otros poemas de una nueva Arcadia en EH Ediciones, de Jerez de la Frontera (Cádiz), mediando la intervención del poeta Miguel Florián ante el director de la colección Mauricio Gil Cano. Mi gratitud para ambos, así como para Francisco Carrasco Marchal, que sucedió a Gil Cano al frente de la colección y estuvo pendiente de todo en nuestra visita y presentación de la obra en Jerez. Estimo a Miguel Florián, catedrático de Filosía residente en Sevilla, como a uno de los grandes poetas españoles de mi generación y tengo el gran privilegio de contar con su amistad y con el magisterio de su obra. Él escribió un magnífico prólogo para el libro, con tanta sabiduría como acierto.
   Limaria está dedicado a mi abuelo paterno, José Antonio Sáez García, una de las personas claves de mi infancia, y consta de dos "libros": el primero, que da título al poemario, introducido con cita del poeta Manuel Álvarez Ortega; y el segundo, iniciado con cita de Leopardi, Los brazos en el aire. Dos partes de 8 poemas cada una integran el libro primero: "Región luciente" y "Mano que esconde la piedra"; tres partes, también de 8 poemas cada una, el libro segundo: "Invitación al baile", "La vida en un instante" y "Luz en los atrios".

   La aldea retirada se convierte en locus amoenus y se canta la vida sencilla, sin ambiciones, en contacto con la naturaleza. El paisaje y la historia más cercanos son evocados con carácter elegíaco, la destrucción del hábitat por la depredación humana y el espacio interior, el espíritu o el mundo del conocimiento como únicos lugares que pueden ser salvaguardados. Mas ya en el libro segundo se invoca a la danza en su sentido primigenio y ancestral, su poder espiritual, su elegancia y belleza; así como el magnetismo vivificante de la luz y su invocación; pues no en vano, como las luciérnagas, somos seres engendrados en la luz. "Dar a luz", decimos: alumbramiento.




MAR DE LIMARIA.                                                      LUZ EN LA MIRADA.

Véncete en mí, mar azul que agonizas              Esa pálida luz que apenas si penetra          
entre brazos amantes y te entregas                  en los atrios umbríos de la casa en penumbra,
al mundo como una muchacha de húmedos      es tan dulce en tus ojos que emociona al mirarlos.
cabellos a ese joven que, en el baile,
la corona de prímulas vistosas.                         Mima el lívido otoño tus dedos con las rosas
                                                                      últimas que te ofrecen sus tallos mortecinos
Ven hacia mí a intervalos de música,                 sobre la hierba húmeda. Cae la lluvia leve,
a lomos del viento silbante,                                 
con las aves claustrales y las otras                   muchacha de pupilas turquesa que iluminas
que el aire esclarecido surcan                           el mundo con tu sola mirada: conocía
por el brillo pulido de tu frente.                           el sabor afrutado de tus labios cerúleos
Diadema de algas te tejiera.
                                                                       y veía en el brillo de las doradas hebras
Viértete en mí, sereno, palpitante,                      caer lánguidamente sobre tu cuello blanco
desde la cúpula de tu universo,                          el claro sortilegio de una luciente espiga.
con la oscuridad como única aliada,
mar sin nombre llamándome lejano,                  Toda tú, con el alba naciendo y con la aurora,
en innombrable en ondas envolventes,               surgiendo entre las ondas del aire perfumado:
mi seguro naufragio al horizonte.                       sobre tu frente el iris, tu cintura ciñendo.

                                                                       Edificas el mundo sobre tus piernas firmes.
Yo te acojo en mi cuerpo ahora                       
y te dejas en mí como una ofrenda,                                                José Antonio Sáez.
celeste sábana del lecho,                                                       
alcoba donde las íntimas algas
fecundan su pigmentado verdor
de luna entre los peces emergidos.

Admíteme en tu seno, confinado
en el recinto inabarcable
en donde mueren las batientes olas.

En ti vengo a ceder y capitulo,
mar único y perfecto a quien invoco,
polvo lunar de mi cosmogonía.



                                                                            


                                                                                          

   

viernes, 23 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Las Capitulaciones".




Poco a poco voy acercándome al final de esta tarea que decidí acometer y que debo concluir en muy pocas entregas. En 2007 publiqué en editorial Alhulia de Salobreña, (Granada), primero bajo los buenos auspicios de Miguel Ávila Cabezas y después bajo los de José Antonio Santano, quien ejercía como director de la colección "Palabras Mayores", mi libro Las Capitulaciones.
 Quise usar este término en el sentido del que firma resignadamente sus acuerdos de aceptación de las condiciones con que venimos a este mundo y que la vida nos impone, a la manera como el ejército vencido firma las condiciones que le impone el vencedor tras la dura contienda. Así como dije con ocasión de Lugar de toda ausencia, Las Capitulaciones es libro de madurez, al menos a mí me lo parece. Y lo digo porque abunda en el proceso de asunción de la realidad vital y las propias circunstancias como algo imprescindible para aspirar mínimamente al sosiego necesario o al equilibrio espiritual. Coadyuban en la tarea, la comunión con el paisaje más cercano, el amor y el erotismo, la reflexión serena y la literatura misma.

   Una de las cuatro partes que integran este libro: "Diván de los amantes", extenso poema erótico dialogado, fue publicada como plaquette por mi buen amigo, el excelente poeta de Fuenteheridos, Manuel Moya, en la colección "Tabula Rosa", de Galaroza (Huelva), con el acuerdo del editor granadino.
El lector advertirá que suelo citar a menudo los nombres de quienes han estado conmigo, de quienes me han venido apoyando y han creído en mi obra, porque para mí es una forma de mostrar la gratitud imperecedera que siento hacia todos ellos. Quede así constancia de este firme propósito.
La primera parte de Las Capitulaciones se titula "Estados de gracia" y consta de 12 poemas en los que resurge el tema de la naturaleza más próxima en sintonía con el estado de ánimo del poeta, quien la convierte en confidente, hermanada con la reflexión intimista. Para introducirla quise poner una cita de Antonio Gamoneda que dice así: "Siento el crepúsculo en mis manos. Llega a través del laurel/ enfermo. Yo no quiero pensar ni ser feliz ni/ recordar./ Sólo quiero sentir esta luz en mis manos/ y desconocer todos los rostros y que las canciones dejen de/ pesar en mi corazón/ y que los pájaros pasen ante mis ojos y yo no advierta que/ se han ido" (Del libro Arden las pérdidas). "Diván de los amantes" contiene un extenso poema amoroso que lleva por título "Diálogos de amor", el cual tomé prestado al escritor judeoespañol León Hebreo y a cuya memoria rindo homenaje. Consta de 23 breves intervenciones de los amantes Él y Ella, del encuentro amoroso, los preparativos, la sensualidad del ambiente y los perfumes, la naturaleza siempre como aliada y partícipe, la unión amorosa y la obligada separación final. Reconozco la deuda contraída con la tradición literaria, pues este extenso poema se une a la herencia de la poesía bíblica, en especial a la del Cantar de los Cantares de Salomón y a los Salmos de rey David, así como a la poesía de san Juan de la Cruz y a la oriental, en especial a la árabe y a la india.






    La tercera parte de Las Capitulaciones se titula ""Estancias sin nombre" y está integrada por los 12 poemas de sentir más grave, pero más reposado y equilibrado ahora que en libros anteriores, quizás más anhelantes y angustiados. Finalmente, los 12 textos de la cuarta parte: "Ceremonial de iniciados", van introducidos por cita del poeta catalán Salvador Espríu: "Oh, qué cansado estoy /de mi cobarde, vieja, tan salvaje tierra,/ y cómo me gustaría alejarme/ hacia el norte,/ en donde dicen que la gente  es limpia/ y noble, culta, rica, libre,/ despierta y feliz" (De "Ensayo de cántico en un templo"). En esos textos se apela a la soledad, al silencio y la vida apartada como medios para conseguir el equilibrio y la maduración interior, necesarios para ubicarse en el mundo. Otros están vinculados a la dificultad de comunicación en un mundo sobrado de medios y reclamos, pero mermado del sentido transcendente, tan esencial como necesario.


RONDA DE MÍNIMOS.

El que apaga la antorcha y a tientas se conduce.
El hondero entusiasta que recoge los cantos
que en la corriente ruedan y hace girar el mundo
en el vértigo seco de la cuerda ondulante,
instigador del fuego sobre el campo baldío.
El dispuesto al cortejo que una mano pretende
y apenas si se atreve a dirigir los ojos
hacia aquella que aguarda de su boca el milagro.
El ojeador lerdo que levanta la presa.
El altivo que grita en la plaza su suerte
y amenaza al gentío que en revancha lo ignora.
El que eleva en el cielo, vareador excluido,
sus brazos implorando los frutos de la tierra.
El que gime en la noche, a solas, sin que nadie
comparta su secreto y enjuga así sus lágrimas.
Aquel desconsolado, el varón de dolores,
el que lleva en los ojos el brillo de los justos,
estrellas rutilantes bajo un iris marchito.
El que espera en el día de los mínimos altos.

José Antonio Sáez.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Lugar de toda ausencia".



En 2005 volví a publicar en la editorial granadina Port Royal el que sería el octavo de mis poemarios. Hacía unos dos años que había tenido lugar la pérdida irrecuperable de mis padres y a ellos dediqué este libro en los siguientes términos: "A la memoria de mis padres, Francisco Sáez Pérez, señor de las flores perfumadas de  los almendros, y Mariana Fernández Conchillo, por todo lo que ella supo de los silencios de mi corazón y que ya nunca podré decirle". La experiencia de la enfermedad final y de la muerte de nuestros padres, vivida tan de cerca y personalmente, resulta determinante en la vida, al menos en mi caso lo fue. En éste y en libros futuros volverán a ser evocados sus momentos finales con desgarro. Aún siendo plural y diverso en su concepción temática, Lugar de toda ausencia es libro muy marcado por ese condicionante que he explicado. Lo estructuré en seis partes de ocho poemas cada una, cuyos títulos son "Confín para desalojados", "Donde se roza el aire", "El escultor de sombras", "los escombros del sueño", "Claustro ciego" y "Obituario". En su preliminar no va prólogo alguno, sino una cita del poeta romántico inglés John Keats, y más en concreto de su "Oda a un ruiseñor":

                                               Entre las sombras escucho; y he sentido muchas veces
                                               un poco de amor por la Muerte apacible;
                                               dulces nombres le he dado en rimas inspiradas
                                               para que al aire portara mi aliento sosegado;
                                               ahora más que nunca parece hermoso morir,
                                               acabar sin dolor en medio de la noche,
                                               mientras tu alma vas desterrando hacia lo lejos
                                               en un éxtasis tal.
                                               Seguirás cantando para mi oído insensible,
                                               y yo sería tierra para tu intenso réquiem.
                                               ¡Oh pájaro inmortal, no has nacido para la muerte!



Considero Lugar de toda ausencia como uno de mis libros más logrados, pues aunque pareciera responder a íntimos desasosiegos es, pese a todo, un poemario equilibrado, de gran sosiego interior; si bien sus motivaciones responden a las constantes de toda obra poética que ahonda en la condición humana y en el devenir existencial, sin perder de vista el aquilatamiento de la palabra poética, persiguiendo siempre la perfección formal y la búsqueda del ritmo en el poema.
En la primera parte abundan los motivos marinos, la existencia humana como camino o viaje, el sentimiento elegíaco y el ahondamiento espiritual en solidaridad con la naturaleza.
   Sin embargo, en los textos de la segunda parte, aun en su diversidad, abunda el tema amoroso como asidero humano, tabla de redención frente a la conciencia del dolor reflejado en versos como los dedicados a la niña anoréxica o al alzheimer. Persisten en gravedad notoria los poemas de la tercera parte, más desolados en la constatación de lo insuperable humano; como así ocurre también en los de la cuarta parte, en donde en ocasiones se recurre a motivos bíblicos o evangélicos y se apela inútilmente a la superación de las limitaciones que nos impone nuestra condición. Finalmente, como ya expuse, los de la sexta parte son textos directamente inspirados en la vivencia de la enfermedad y muerte de mis padres; si bien su factura pudiera hacerlos extrapolables a cualquiera ser humano que haya vivido experiencias semejantes.





MEDITERRÁNEA.                                                      HOMENAJE A CATULO.


Me es grata esta soledad y me es caro                    Jamás gusté, Lesbia, del oro de las uvas
el silencio que conduce al secreto                            con un sabor semejante al de tus labios,
de mi insignificancia.                                               ni de las naranjas el azúcar de su jugo
alejado de la miseria ajena                                      en los gajos paralelos que me incitan
y enfrentado a la propia.                                          a posar en tu boca la mía urgente.

Desde mi atalaya de sal diviso                                 Mas, he aquí que bebo y no me sacio.
los navíos sobre la banda azul                                 Y si, sabrosa, tu fuente me regala
del horizonte y, en la tarde pacífica,                         el licor abundoso a que doy tregua,
la luz estalla en la cal de las piedras                        ¿no he de esperar, Lesbia, que permitas
hasta cegar mis ojos.                                              a quien deambula por las calles sin sosiego,
                                                                             adentrarse en el umbral que así promete?
Nada extraño perturba esta brisa
ni el concierto de las olas amantes
que besan con dulzura                                                         José Antonio Sáez.
las arenas rendidas a mis plantas
y un rubio sol fecunda con sus rayos.

Confinado en esta ínsula
donde nidifican los cormoranes,
tan solo el cielo y el agua me sostienen.
No anhelo nada más.
Me instalo aquí para esperar la muerte.



lunes, 19 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "La edad de la ceniza".



"No preguntes por otro,/ es el único tiempo, la edad de la ceniza/ demorada en la piedra, de espaldas a la luz". Estos versos del libro Mar último de Miguel Florián me proporcionaron el título para el séptimo de mis poemarios: La edad de la ceniza, publicado en 2003 por la editorial granadina Port Royal, dirigida por Ángel Moyano, en su muy cuidada colección de poesía.
A él puso prólogo el vate cordobés Manuel Gahete, a quien siempre he considerado un buen amigo, en sintonía espiritual y estética. Abunda Gahete en las circunstancias condicionantes que se perpetúan en un discurso lírico que discurre paralelo a la maduración personal y al devenir existencial. Un discurso barroco en su esencia, e inmerso, por tanto, en la condición humana. Profundiza así el poemario en cuestión en los temas determinantes de mi trayectoria lírica, temas que me habrían de acompañar configurando un estilo, una forma de ver y entender el mundo.

 Creo, pues, que La edad de la ceniza es un libro hondamente triste y reflexivo, de oscuros presagios y resignados silencios. También de desgarrada elocuencia, de pesar y verdades, de maduración de emociones, de firmes convicciones, presentimientos y algunos hallazgos interiores. Lo presentamos en Granada, en el Aula Municipal "Las Nuevas Ideas", dirigida por Gregorio Morales, el día 29 de abril de 2003, en el Salón de Actos del Centro Cultural "La General". Debo al poeta granadino Enrique Morón la generosidad de su glosa o comentario sobre libro, en aquella ocasión; si bien esta obra obtuvo una amplia resonancia crítica en medios de prensa y revistas especializadas.
De nuevo utilicé la socorrida estructura trimembre para esta entrega, y a "Epístola espiritual", título del prólogo de Manuel Gahete, siguen las tres partes en que se divide el libro: "Son de efímeros", "Las jerarquías de los ángeles" y "Jardín de las cenizas", esta vez de 15 poemas cada una, con citas de Kavafis, Rilke y Miguel Florián. Lo dediqué a la memoria del escritor albojense Diego Granados y a mis amigos los poetas granadinos Antonio Enrique, José Lupiáñez y Fernando de Villena; así como al editor Ángel Moyano.



LETANÍAS DEL DESHABITADO.

            "Es la hora de partir, oh abandonado"
                                       Pablo Neruda.


Abandonados, como las calles en la madrugada
y las luces baldías que no asisten a nadie;
como los puertos tras la partida del vapor que se lleva
los rostros en la niebla de los que tanto amaron;
como las playas desiertas al final del verano,
transitadas ahora por el postrer bañista
que corteja en silencio melancolía y ausencias
y el oculto dolor de quien se sabe efímero;
como los palacios y las villas soberbias
erigidas en vanidad para ostentación y antojo;
como las habitaciones de los difuntos
signadas por el olor de quien las poseyera;
como ceremonial del descreído y de los desahuciados;
como los lechos de los amantes tras el encuentro
o la doncella tras entregar su cuerpo;
como los gemidos de los huérfanos tristes
que inútilmente aguardan el beso en la mejilla
o la mano que alivie la febrática frente;
en la soledad letal de los ancianos,
cuyas horas transcurren con lentitud entregada;
como las sábanas tendidas blanqueando en la luz
y los sudarios y los nichos vacíos
y las ruinas milenarias de los palacios deshabitados
y las iglesias tras el oficio dominical
o las plazas a la espera de los paseantes perdidos.
Abandonados, como arcángeles en el destierro;
como el largo lamento de los exiliados;
como soldados yacentes en el campo de batalla
cuya sangre no sirve para hacer más fecunda
la tierra que acoge su cuerpo agonizante;
con la desolación de los yermos y páramos baldíos,
con la inquebrantable certeza de los desalojados,
la angustia y desazón que dejan las lágrimas del mundo.

    



ROSA DE PASIÓN.                                          IMAGEN TRAS LA LLUVIA.


Vi allí la rosa, al esplendor del día:                  El aire en la mañana expande su pureza
sus pétalos abiertos perfumando                     y filtra entre las hojas las fragancias del día.
el aire que, transido, levitaba                           La lluvia bienhechora, en la noche cercana,
hasta su propia ingravidez gozosa.                  limpió el espacio abierto y asiste a los colores
Miré su talle esbelto, las espinas                    que se muestran intensos. Los árboles lavaron
anhelando el roce de la furtiva                        el traje de sus ramas y lo exponen lujoso,
mano que fraguara en aquél sus dedos,          ebrios de sombra y trinos. En qué espejo se miran
las uvas de los labios, las almendras               altivos visionarios, prolongando al azul
ajadas de los ojos, insinuado                          la ofrenda de sus frutos, saciando los deseos
arco el agua dormida de las cejas.                  del que sueña en las sombras. Y el pecho solitario,
Así, me dije, moriré como ella,                       henchido de fragancias, se recrea en la vida,
cuando el sol decline su ascua dorada            se afirma en la esperanza y se dice a sí mismo
en las frutas maduras del manzano.                que es posible vivir porque el aire está vivo
Ella exigió los dones de lo efímero.                 y la lluvia es posible, aunque no lo parezca.
Yo la seguí por ver su oscura pena.
                                                 José Antonio Sáez.






miércoles, 14 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Liturgia para desposeídos".



Uno de los suplementos literarios de prensa más abiertos y libres de las últimas décadas ha sido, sin lugar a dudas, "Papel Literario", del Diario Málaga-Costa del Sol, bajo la dirección de José García Pérez. En los círculos literarios del momento se palpaba la necesidad apremiante de una publicación periódica que diese cabida a las muy diversas inquietudes y opciones estéticas que se estaban dando en la comunidad autónoma andaluza y en todo el país, a pesar de la visión reduccionista y monopólica que algunos críticos, editores y poetas se obstinaban en imponer. Esa ventana abierta a una literatura plural es lo que vino a representar, como digo, "Papel Literario", bajo cuyo amparo vinimos muchos a acogernos para dar a conocer nuestras reseñas críticas o nuestra propia obra. Y metido en estos quehaceres fue como vine a conocer a José García Pérez, hombre polifacético que, tras haberse ocupado experiencias varias, irrumpió con entusiasmo en el mundo de la literatura y vino a significarse por una labor beligerante y crítica con respecto a la "oficialidad" dominante.

Dirigía él, tras Ignacio Caparrós, la colección de poesía "Puerta del Mar" en su segunda etapa (1998-2001), dependiente del Centro de Ediciones de la Diputación Provincial de Málaga, y su gestión al frente de la misma, en los años en que tuvo opción, dio entrada a muchos poetas valiosos, cuya obra no venía obteniendo la consideración pública que merecía. En esa colección, gracias a su generosidad y con el número 60, vino a encontrar acogida el que fuera el sexto de mis títulos, Liturgia para desposeídos, al que considero uno de mis mejores poemarios. En ella publicaron sus libros poetas tan significativos como el zamorano Jesús Hilario Tundidor, tan admirado como respetado por muchos de nosotros, Domingo F. Failde, Manuel Gahete, Antonio Enrique, Francisco Morales Lomas, José Sarria, Francisco Peralto y un largo etcétera que integra 22 nombres y títulos.

El poeta José Lupiáñez, muy afinado crítico además, tuvo a bien escribir el prólogo para esta entrega y lo hizo con un estudio que abarcaba toda mi trayectoria literaria hasta ese momento y con la perspectiva que podía tenerse de la misma, tras los cinco títulos anteriores. Sitúa él mi obra dentro de las poéticas del desencanto, "tan frecuetes en el panorama de la última poesía española" (p. 9) y hace referencia al pesimismo existencial, los referentes bíblicos, el paisaje y la condición humana como constantes de mi discurso lírico. Probablemente sea el suyo uno de los mejores y más pormenorizados trabajos que se hayan escrito sobre mi obra poética publicada hasta el año 2001. De su mano, de la profesora de la universidad de Salamanca Carmen Ruiz Barrionuevo (a quien dediqué el libro) y de la del poeta onubense Manuel Moya, quien me prestó las citas para encabezar las tres partes del libro, quise ir en esta aventura que ambicionó ser solidaria y provocar en el autor una salida de sí para caminar hacia los otros.
Tres partes conforman la estructura de la obra: "Don de lenguas", "Liturgia para desposeídos" y "Parábola de los durmientes", de doce poemas cada una y con un total de 36 textos. Siempre lo supe como uno de mis libros más elaborados y trabajados, más logrados, por tanto, y también más sanamente "ambiciosos".

ORIGEN DE LA MATERIA.


Cuerpo vencido por el amanecer.
Te abres al día envuelto en los sudarios
con que cerca la noche tus pupilas heridas.
Ya no rozas el aire. Y van las sábanas
buscando unas briznas de nieve,
un coral encendido que incendiara las aguas.
Cuerpo impoluto, suspendido
en el espacio abisal de los taludes,
señuelo de blancura en el alba
que agota, yacentes, los silencios:
si alzado en cruz en el espacio abierto,
si desnudo en el fulgor, eres el día
que avanza decidido hacia lo alto
como relámpago que quiebra las tinieblas.
Eres el triunfo que señala al origen
de una luz verdecida, donde la carne 
gozosa pudo albergar un templo.
Cuerpo glorioso, incorruptible, altivo, 
himno del sol que ciega en el ocaso,
antorcha perdurable que arde entre los astros.
Eres el cosmos mismo, germinal y fecundo.
Alba del universo. Alfa y omega.

                 José Antonio Sáez.



domingo, 11 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Libro del desvalimiento".


   Entiendo que los cuatro primeros títulos de mi trayectoria poética cumplimentan la primera etapa de mi obra (1983-1995), pues con Libro del desvalimiento (1997) se produce una suerte de quiebra en la continuidad que suponían aquellos cuatro poemarios de los que ya he dado cuenta aquí: Vulnerado arcángel (1983), La visión de arena (1987 y 1988, en su 1ª y 2ª edición), Árbol de iluminados (1991) y Las aves que se fueron (1995).
   Y si se produce con él esa "quiebra" que apunto, es lógico suponer también que o se cierra o se inicia una nueva etapa de mi trayectoria lírica. Utilizo la palabra trayectoria porque yo estimo mi obra como un proceso evolutivo que ha ido enriqueciéndose con la experiencia vital y la maduración personal. Toda vida humana es búsqueda y camino, cambio y crisis continua. También toda obra de creación supone la misma exigencia: obra en marcha, pues. Así, al menos, lo he creído yo y así he procedido en consecuencia a lo largo de estos casi treinta años.


El poeta José Lupiáñez, que realizó un balance crítico de mi obra con motivo de la publicación del sexto de mis títulos, como ya se explicará más adelante, entiende que este quinto libro debe ser incluído en la primera etapa de mi poesía, poniendo fin a ella. Yo fui conciente de esa suerte de "ruptura" que se produjo en mí, tanto en lo personal como en lo literario, y señalo a este Libro del desvalimiento como el que la refleja.
El poemario se publicó en la colección "Batarro", cuando cumplíamos ya el décimo aniversario de su relanzamiento. Lleva un prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca e hija del poeta jerezano, también profesor de la misma universidad, Juan Ruiz Peña; cuya amistad (la de ambos) he aprendido a valorar como un privilegio que me ha deparado la vida. 

 

A la correspondencia de Ruiz Peña con Jorge Guillén, gracias a la generosidad de la familia del primero, dedicamos un monográfico de la revista "Batarro" que supuso una de las entregas señeras de la publicación y de la cual lanzamos dos ediciones, la segunda en nuestra colección de ensayo. Tanto la edición, como el estudio preliminar y las notas estuvieron a cargo de Pedro M. Domene y José Antonio Sáez. Fue impresa en los talleres de artes gráficas Grafiper, de Málaga, bajo los cuidados de Francisco Peralto (a quien se debe el collage de portada) y de sus hijos Carmen y Rafael. 
Libro del desvalimiento es, como apunté, un poemario de quiebra, de fractura. Se trata de poesía existencial, sin duda, ya que su temática está vinculada al desamparo humano frente al dolor y al fracaso que toda vida abocada a la muerte, supone. En medio de ese estado, la figura del hijo se alza sobre los escombros del presente para aportar esperanza y sentido al devenir humano. La estructura de la obra es sencilla, pues consta de dos partes de 28 poemas cada una, como si se tratara de un libro abierto en su mitad o un ciclo lunar. Hay mucho dolor y mucha verdad en este poemario. De esa sinceridad con que fue escrito doy fe aquí.


DE CÓMO EL POETA, ESTANDO UN DÍA AFLIGIDO,
        ESCUCHÓ EL CANTO DE UNA AVECILLA
                     QUE LE RECONFORTÓ.


¿Quién es aquél que así templa el laúd
y hace sonar las cítaras dormidas?

Oculto en el ramaje, galán de la arboleda,
va soltando sus trinos que suenan al oído
como notas surgidas de un dorado instrumento.
                                                                                              
¡Cómo eleva tu música, trovador de espesura,
y cómo en lo más hondo mana allí incontenible,                   
en el agua que llora, la herida que perdura
oculta y renovada, fluyendo en mi costado!

Vienes a este confín de mi tristeza sola,
regresas al lugar de mi desesperanza,
delfín silbador, tronante como un clarín
que ensordece los tímpanos y la tarde corteja
en sonidos vibrantes de la umbría gozosa:                           
¿qué piruetas registras, levísimo en el aire,
de flor en flor que ciega, de besos que licúas
y en ramas que figuran como claves de sol?

Eres un pentagrama que llega en oleadas,
un perfume de nardos que afligidos suspiran,
un rosario de trinos, una fuente del canto                                      
surgida de una lágrima, renovada y perfecta.
                                                                                            
¡Con qué dulzura llegas e invades mis adentros,
vencedor de la sombra, de mi melancolía,
arcángel diminuto, levísimo en el aire!.

                 José Antonio Sáez.






sábado, 10 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Las aves que se fueron".


Algún día habrá que hacer justicia a la editorial granadina Antonio Ubago y a los incansables esfuerzos que su director, Ángel Moyano, ha venido realizando a lo largo de las últimas cuatro décadas de nuestra literatura. Las letras andaluzas y españolas le deben ese reconocimiento y también Granada, su ciudad, se lo debe igualmente. En la década de los años 90 esta editorial sacó a la luz la colección "Campo de Plata", en la que se publicaron libros de significados poetas andaluces, tales como Antonio Enrique, Fernando de Villena, José Lupiáñez, Enrique Morón, Juan J. León, José García Pérez o Antonio Garrido Moraga. A ellos vine a sumar un poemario escrito en su mayoría en los años de residencia en Linares (Jaén), pero que no se publicó hasta 1995.
 El prólogo del mismo lo firma Domingo F. Failde, a quien conocí personalmente en la ciudad giennense, por ser él natural de allí; si bien residía en Algeciras (Cádiz). De aquél primer encuentro nació una profunda amistad entre ambos que se mantiene a través de los años. Debo mucho a este poeta linarense, a quien tanta admiración y afecto me unen y cuya obra destaca, con reconocido prestigio, entre la de los poetas andaluces de su generación y de las posteriores.


Los poemas que integran Las aves que se fueron (Cuaderno de Jaén) nacen, en buena medida, de la conciencia del paso del tiempo, por un lado; y de la contemplación interiorizada de un paisaje nuevo para mí, pero pleno de espiritualidad, por otro: la marea de olivos, el oleaje de olivos sobre las lomas suaves como manos combadas que acarician. Era un paisaje "cerrado", distinto a la cercanía del mar, a su presencia sosegada o a la aridez del propio, pero donde vagaban a su suerte, enajenadas, las pupilas y se perdían en el horizonte de un cielo azul, más castellano que mediterráneo. A ello se unía el descubrimiento para mí de las ciudades de Úbeda y Baeza, ligadas a san Juan de la Cruz y a Antonio Machado, la deslumbrante obra del arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira; Segura de la Sierra, vinculada a Jorge Manrique, Baños de la Encina, Cazorla, La Carolina... Lugares que recorrí y que interioricé sumergiéndome en su historia, su arte, su arquitectura y su literatura. De todos ellos se nutren los textos que integran un libro nacido, así mismo, de una suerte de conciencia de lo efímero del devenir existencial.

 Dediqué el libro a mi segundo hijo, Francisco Javier, en estos términos: "A mi hijo Francisco Javier, viajero luminoso que me regresa al tiempo y con él reconcilia mis heridas; carne de luz y en luz bañada que, en su esplendor, milagrosamente resucita: porque con su risa ilumina el dolor de haber vivido. Para él, algún día (12-12-92)". Espacio y tiempo, paisaje y espiritualidad se dan la mano y van del exterior al interior en busca de lo esencial permanente.

CIUDAD PARA EL RECOGIMIENTO.
(EL SILENCIO EN BAEZA).

                     Para don Antonio Machado.

Apenas el silencio corona los tejados
y las blancas paredes en Baeza.


Has de callar, si quieres,
para escuchar su canto.

Es mansa esta ciudad de muy crecidas lunas
que guarda, en el arcón alígero del tiempo,
sus más preciadas joyas interiores.

No está dormida, no. No recela del sol
ni los olivos. No aguarda, quizá,
más daño que le hicieran.
 Ha de llegar, sin duda, ese soplo de luz
que enérgico voltee sus brisas encaladas,
mientras los mirlos a disputarse vienen 
el talle más fino de sus torres esbeltas
y el cielo besan, de estaño,
con sus picos.


 Regresan, luego, arcángeles viajeros
a perfumar el aire de unciones olorosas
y, con sus pies desnudos,
sobrevuelan las calles
bajo signos de aceite
en piedra, musgo y pasos ya perdidos.

Guarda silencio Baeza bajo un blanco sudario.
La arritmia expande un corazón
que añora sus latidos.
Obvia ciudad interior,
vela su luz para el recogimiento:
¡con qué fervor anhela
el mensaje frugal
de las doradas poomas que le hirieran!



Deviene, Baeza, en sus silencios,
la más reveladora.
Vuelta hacia sí, el esplendor
ignora cuanto el acontecer
adverso pretendiera.

Aguarda tú y verás
que el brillo aquí perdura
bajo el disfraz del tiempo
y su cortina.

Mas, cuida, no sea te deslumbre.

                  José Antonio Sáez.